La construcción de nuestra casa, además de ser una solución habitacional y un manifiesto filosófico, es una exploración y uso de las diversas tecnologías de arquitectura de tierra. Basada en tres técnicas específicas, y sus adaptaciones a este caso concreto. La tapia de tierra apisonada, el adobe (moldeado y compactado) y más recientemente el superadobe (bolsas de polietileno rellenas de tierra estabilizada o no) son utilizadas con éxito en esta construcción.
Poca mano de obra, escaso consumo energético, escaso transporte y acarreo de material, poca utilización de madera, climatización pasiva de los ambientes internos, racionalización del uso del agua son algunas de las características de La Guachafita.


sábado, 26 de diciembre de 2009

Tapiales III

La tierra es el material de mayor existencia, su flexibilidad,
Eficiencia termo-acústica y bajo costo son determinadamente
Indiscutibles. La autoconstrucción constituye una alternativa
De gran viabilidad para resolver en parte el problema de la vivienda;
La participación del usuario en la construcción a través de
Programas de organización y control de la misma,
Disminuye los costos e incide directamente sobre el uso de
Tecnologías autóctonas basadas en la idiosincrasia.

Maquina para la fabricación
De bloque prensado de tierra.

Universidad de Los Andes.
Facultad de Arquitectura y Arte.

Prof. Carlos Mario Aguirre Tamayo.



El día dos de diciembre, a las nueve y veinte de la mañana le di el último golpe de pisón a la tapia de nuestra casa.

Han sido meses de tierra, cal, pisón, tierra, cal, pisón, tierra, cal, pisón.

En esta capa superior de la tapia tuvimos que trabajar a tres metros del suelo, que es la altura de la tapia sin la grada de concreto que está aun por hacerse.

Los andamios que hicimos funcionaron perfectamente. No solo como andamios sino como cuerpos de grúas combinando perfectamente con el artilugio de marinería que usamos de polipasto para izar los tapiales.

Ya dijimos que los tapiales los hicimos hibridando el sistema clásico con uno moderno que se usa actualmente en Méjico y en Estados Unidos (en donde es perfectamente “permisible” un proyecto de ésta índole con todo y la clasificación sísmica de estas zonas). Es decir que el sistema antiguo perdió toda aquella complicación que representaban los tojines, tortoles, agujas, cuñas, y todo lo demás, para ganar sendos rodillos que facilitaron enormemente el movimiento del tapial en el momento del desmolde y reemplazamiento.

Perdió complicación, sí, pero también perdió un poco de estabilidad que deberé tomar en cuenta para la próxima vez que se me ocurra meterme en estas ocupaciones. También hay que tomar en cuenta que los tensores internos molestan mucho a la hora de echar pisón. Vale la pena pensar en unos tapiales mas reforzados externamente y con menos cosas atravesadas por dentro. Pero estos funcionaron y la casa tiene sus paredes ya.

El rendimiento se redujo a la mitad, en esta etapa alta de la tapia, de lo que podíamos hacer en la capa baja por tres razones: el grupo de trabajo se redujo a dos personas, solo trabajábamos cinco horas al día, y hay que subir la tierra desde el suelo hasta allá, donde va a ser vertida para luego ser compactada.

Por eso, de llenar un tapial al día pasamos a llenar medio tapial nada más. Hubo casos en los que subimos (subí) cuarenta y ocho tobos por capa, y echamos seis capas en un turno de cinco horas… Además está lo de los dinteles.

Hicimos ocho dinteles de madera y uno de piedra. De estos, seis miden un metro ochenta y tres, dos miden un metro veintiuno, y el de piedra mide dos metros sesenta. A todos se les dejó un solape sobre la tapia de más de cuarenta centímetros por lado. El dintel de piedra solapa más de cincuenta centímetros por lado.

La colocación de los dinteles exigió su buena dosis de ingenio porque, como ya dije, hice el tapial del mismo largo que los dinteles y estos no caben dentro. Por un lado un acierto porque de ese modo hice rendir al máximo la madera, pero una pelea a la hora de colocar los dinteles. Pero ya nos acostumbramos a pagar con ingenio los errores económicos.

Este problema lo solucionamos usando la técnica de tierra hermana de la tapia, como lo es el calicanto.

En los sitios donde tuvimos que dejar sobresalir el dintel del tapial nos apoyamos sobre lajas (anfibolita gris) pegadas con barro de cal construido dentro del mismo molde porque resulta imposible echar pisón de lado.

También dejamos una piedra (serpentinita verde) en la que tallé el ideograma chino de paz, incrustada en la esquina oriental de la casa, para lo cual hubo que trabajar de contorsionista dentro del tapial esquinero muy cuidadosamente para dejar emplazada la pieza de treinta y cinco kilos.

Tengo que decir que tallar la piedra es muchísimo más fácil de lo que parece. El truco es golpear con martillo liviano y usar un cincel muy delgado, no pretender sacar grandes tajos de material, y tener una buena reserva de epoxi para reparar los errores.

La parte delicada del trabajo resulto ser el “pegue” entre las tapia inferior y la superior porque no solo es un punto que está sujeto a todos los esfuerzos que ejerce el tapial afianzado en apenas diez centímetros de solape, sino que hay un hombre dentro moviéndose bruscamente y dando pisón con todas sus fuerzas.

Esto hace que los bordes del pegue se despostillen a veces más profundamente de lo que uno desearía.

Esto lo terminamos evitando echando una capa de barro con lajas en los bordes del tapial antes de echar la primera capa de tierra para apisonar.

Ensayamos con barro solo, con lajas solas, con lajas y barro, y dimos con que esa era la mejor manera.

Supongo que el barro hace de amortiguador para el tremendo matracazo que le propina uno con el pisón y la laja da la estabilidad necesaria mientras el barro seca.

Terminada la tapia hicimos un molde ligeramente arqueado que colocamos en el vano de la pared interna. Sobre este molde colocamos de canto lajas de anfibolita pegadas con un mortero pobre de cemento y arena para formar un bonito dintel de piedra de casi tres metros de largo y cuarenta por cuarenta centímetros de sección. Solapa más de cincuenta centímetros por lado y el arco es de más del cinco por ciento. Aun está encofrado. Lo desmoldaré en enero cuando regrese Wilmer de sus vacaciones.

Luego de concluida la etapa del pisón, habiendo desarmado y guardado los tapiales, después de limpiar el área de trabajo y todo eso, nos pusimos a hacer lo que se conoce como el acuñado de la tapia.

Cada pieza de la tapia es la misma cosa que un adobe prensado y curado al sol, solo que los adobes uno los pega entre sí con un mortero de barro y cal que al secar los mantiene juntos y estables.

Esto no es así con la tapia porque uno no pega la tapia sino que prensa una sección con la otra sin mediar argamasa de ningún tipo.

Por eso, cuando la pieza se seca, según el porcentaje de arcilla que tenga, aparecerán grietas más grandes o más pequeñas en las juntas. Estas grietas hay entonces que llenarlas con barro de cal e introducirle cuñas de teja o lajas de piedras profundamente clavadas con un martillo inclusive para pegarlos entre si.

Al final desarrollamos un sistema que consistió en limpiar las ranuras con una piolet o con la cuchara de albañilería, de arriba abajo. Tras esquivar grillos y alacranes residentes de las ranuras metemos (en cada ranura) tanto barro cargado de cal como se pueda a lo largo de unos cuarenta y cinco centímetros, después le metemos lajas de filita o serpentinita o pedazos de teja o bloques de arcilla empujados con el mazo tan profundo como se pueda sin llegar a quebrar la tapia con los golpes. Y por último se cura la ranura con más barro.

Esto a todo lo largo de la ranura o grieta. Es preferible hacerlo en tramos cortos cada vez porque si no se seca el barro (porque la pared le va a absorber parte de la humedad) y no resulta igual el trabajo. El barro no fluye y la pared se pone frágil.

Ahora la tapia está completa, está acuñada en un cincuenta por ciento y está en proceso de curación y de asentamiento.

El próximo paso es la construcción de la grada de concreto (una cruza de viga de corona y viga de carga) sobre la cual va el entrepiso del área de taller limpio que por ahora será la habitación principal, y el techo del lavandero que por ahora será la cocina.

Para eso vamos a armar con cercha electrosoldada C15 porque resulta tremendamente más simple que ponerme a fabricar sunchos como loco, a la que le vamos a dejar puestos las cabillas sobre las que se fijarán los anclajes del envigado de una vez antes de vaciar el concreto.

El sistema de encofrado es una modificación del mismo sistema de tapiales porque no quiero echarme cien metros lineales de tabla en un uso tan gafo como es un encofrado. Así que la grada será vaciada por secciones manejables para dos personas.

Sé que una viga de carga tiene que ser vaciada en su totalidad, sin empates en el medio, y por eso tuvimos que descomponer y reinventar el envigado de manera que no existieran interrupciones estructurales. Pero sin muchas pasiones. No hay que perder de vista que el envigado clásico es de madera ensamblada sin demasiadas consideraciones ni melindres y que esas casas se mantienen de pie bien pasados los cien años de existencia.

El sistema de encofrado corre igual que el tapial, y el concreto viejo lo vamos a pegar del nuevo con epoxi, sistema que ha resultado muy bien.

Esta grada se fabricaba antiguamente de madera. Se colocaban sobre la tapia unas vigas muy gordas de maderas nobles, pesadas, e inmunes a los xilófagos, a menudo atirantadas entre ellas con tensores de forja para contrarrestar el empuje de los techos inclinados.

Yo hubiera querido hacerlo así por aquello del purismo y todo lo demás. Pero esta casa que estamos haciendo no es la recreación de un sistema específico, sino un recordatorio de todo aquello que sabíamos hacer y que hemos olvidado porque es más fácil pagar (dejarse robar en más de un sentido) que ponerse a hacer las cosas. O tal vez haya que decir que es más fácil cobrar que permitir que la gente se acuerde de que sabe hacer las cosas.

Por lo tanto no tiene sentido que yo, que no quiero ver cortar un roble ni en pesadillas, vaya a venir a hacerlo para construir un envigado que luego necesitará una enorme grúa para irlo a colocar en su sitio. Hay que pensar que la densidad del roble es muy cercana a uno, que es la del agua (un kilo=un dm3) y que si multiplicamos el volumen de la viga necesaria por esta densidad, el tonelaje de cada pieza resulta absurdamente inconcebible.

Claro, la densidad del concreto armado está por el orden de los dos y medio kilos/dm3 y eso hace que el envigado del que hablamos llegue a una siete y media toneladas. Pero lo haremos por pedazos y lo subiremos en tobitos poquito por poquito. No, no es lo mismo… No tiene sentido.

Si se hace la consideración de que un adobe de tierra prensada consume unos dos mil Btu para su fabricación y un bloque de similares dimensiones, pero de cemento, consume unos treinta mil Btu, estaremos ante una comparación de pesadilla. Yo no dejo de sembrar algunos árboles cada vez que tengo que usar un saco de cemento. Además, los que introdujeron las fábricas de cemento en este país fueron las mismas personas encargadas de redactar el código sísmico nacional, y eso me saca escamas. Me da erisipela con várices. Me saca el John Lennon que algunos llevamos dentro.

Pero no quiero morir a manos de un fanático que me tirotee, ni quiero que me entreviste un idiota conservador para acoquinarme con sus miedos, ni quiero ser un fanático del lado raro de las cosas. Solo quiero ser coherente y lo más lógico posible.

Por lo tanto es la lógica quien me empuja a usar ese material tan polémico llamado concreto armado. Me defiendo de mí mismo diciéndome que hasta lo polémico puede ser racional, si se racionaliza ¿no?

Es por eso que me doy la licencia de usarlo. Porque es lo mantengo controlado dentro del rango de lo menos posible, porque puedo así alcanzarlo con mis recursos, porque es viable construirlo entre dos personas, y porque la madera que tengo deberá ser usada más racionalmente.

Entre dos racionalidades siempre gana alguna.

martes, 8 de diciembre de 2009

¡que siga La Guachafita!


I Exposición virtual y venta:
¡Que siga la Guachafita!

Queridos amigos:
Como ya todos saben, la familia Layerrera está construyendo su casa en Margarita. Debido a que es un proyecto muy especial y absolutamente necesario hemos decidido hacer una exposición de todas las cosas hechas por nosotros para poder continuar con la construcción de La Guachafita y a manera de inauguración de la galería virtual de Guarura. Los invito a ver esta primera exposición virtual es: http://guaruraexposiciones.blogspot.com/ y a contribuir con nuestra casa.

Un gran abrazo

Luis Guillermo Laya
Anne-Marie Herrera
Zoe Rodriguez
Natalia Laya
Mateo Rodriguez

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿parar la construcción?




Ya llegamos a la última esquina de la tapia y ésta no debe ser doblada. Ya llegamos al fondo de la cuenta bancaria que tenía la plata para construir y ahora entramos en el desasosiego. Los amigos se preocupan, claro y nos proponen que paremos la construcción de la casa para producir dinero. Agradezco infinitamente sus buenas intenciones, pero nos es imposible dejar de construir la casa. Es como si me pidieran que escogiera entre mi respiración y mi corazón latiendo.

No me canso de decirlo y quizás reflexionarlo en voz alta nos de fuerzas para seguir. Estamos haciendo mucho más que construir una casa. La Guachafita tiene varias lecturas y así lo comentaba con mi querida Miriam el otro día.

Desde el punto de vista más básico, la construcción de nuestra casa responde a una necesidad. La más elemental necesidad de nido, de techo sobre nuestras cabezas para defendernos de la lluvia. Y está clarísimo, que desde esa perspectiva, escogimos el camino más difícil y largo. Comenzamos en febrero y aún no llegamos al entrepiso. Vivimos alquilados, a un precio que casi no podemos pagar, en una casita mínima y parecemos ratas enclaustradas, defendiéndonos a veces a dientazos. La mudanza aún se ve lejos y hay días que me pregunto como aguantaremos hasta entonces.

Desde el punto de vista estrictamente material, estamos construyendo un capital. Convertimos un montón de tierra, piedras e ideas en una estructura que luego se puede vender y por un buen precio. En el interín Tadeo (Luis Guillermo) compromete más de la mitad de su capacidad productiva (esa que se mide en Bs) y la vuelca en darle pisón a las paredes. Parecen cosas de locos, como lo he dicho antes. Dejamos de producir dinero para construir un capital bastante subjetivo, que algún día cubrirá una necesidad. Si somos lo que tenemos, somos unos tierrúos.

Desde el punto de vista familiar, estamos construyendo un hogar. Y aquí la cosa empieza a tener mas sentido. Por lo menos para mí. Somos una familia sui generis como de patchwork y el espacio que ocupemos debe ser un hogar, no simplemente una casa. Debe tener una cocina-corazón que sea el centro de risas y encuentros, de comer y alimentar el alma. Debe tener espacios privados para cada quien, debe tener verde y espacio para los cuadrúpedos con quienes elegimos compartir la vida. Debe tener espacio para compartir con los amigos y para hacer eso que amamos hacer. Como ven, la cosa se pone cada vez mas subjetiva.

Desde el punto de vista filosófico, estamos construyendo nuestro lugar en el mundo. Y aquí llegamos al colmo de lo abstracto. Construyendo una casa de tierra, sin préstamos del banco, con criterios propios y no impuestos, sin permisos y con sueños, nos abrimos a codazos un espacio en el mundo que a veces pareciera aprisionarnos en el concreto.

Desde el punto de vista sentimental, la Guachafita es una declaración de amor. Tadeo pone sus manos, su tiempo y su fuerza en ese castillo de chocolate y yo me conmuevo ante la materialización contundente y progresiva de ese amor que todos los días me prodiga. Es difícil de explicar con palabras lo que siento ante eso, me parece que es simplemente eso…amor.

Por eso no podemos parar, porque es mucho más que una necesidad, es mucho más que dinero…es una manera de vivir conjugando el verbo hasta sus últimas consecuencias, metidos de lleno en la tierra y ejerciendo con un poco de desasosiego, un poco de lentitud pero mucho mucho amor y alegría. Todos los días un poquito, exactamente del tamaño de la vida.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Chocolate 80% tierra





Tadeo dice que estamos locos. Que solo unos locos como nosotros emprendemos un proyecto como éste y lo dice a ritmo de pisón. Yo me río y le digo que menos mal que estamos tostados. Me río y me dan ganas de comer chocolate, porque esta casa como de la bruja de Hansel y Gretel es chocolate 80% tierra Ya ésta etapa está por terminar y vienen otras, con otros retos y aventuras, mientras nuestro castillo se seca lentamente al sol sellado con un ideograma chino de la paz en su pared frontal (que talló Tadeo en piedra). Y asi...en paz y muertos de la risa, seguimos con nuestra guachafita.

viernes, 16 de octubre de 2009







Tapiales II

La tierra es un material constructivo con rangos bajos
De resistencia a la compresión y a la tensión
Comparados con otros materiales que lo
Superan en gran medida, sin embargo, su
Capacidad mecánica es útil para construir
Y al seguir sus reglas y proporciones de
Geometrización del material, más un
Mantenimiento adecuado, pueden lograrse
Edificaciones considerablemente resistentes
Que pueden mantenerse en pie y en buenas
Condiciones por más de cien años.

Construir con adobe.
Fundamentos, reparación de daños y diseño contemporáneo.

Berenice Aguilar Prieto.


Sí, terminamos completamente la primera fase de la tapia, que es básicamente toda la capa baja. La primera parte de un metro cuarenta de alto que es el alto del tapial.

En el interín ha pasado de todo. Muchas cosas buenas y otras no tanto, como los dos meses de lluvia loca en julio y agosto. Como no podíamos trabajar en la tapia aprovechamos para cerrar las zanjas de los cimientos que aun estaban expuestos para lo cual primero tuvimos que fumigar con una solución de Trifosban, sal y sulfato de cobre para complicarle la cosa a la termita de tierra que es la mayor amenaza para una casa que lleva tantos componentes de madera, y de tierra, claro.

La termita de tierra es un xilófago que no se aloja en la pieza de madera que ataca. Vive en la tierra, en nidos que hace medio subterráneos, medio en palos podridos y ese tipo de ambientes. Pero viene a comer a la casa de uno usando unos túneles que hace mezclando fluidos corporales con aserrín y pedacitos de cosas. Eso lo hacen desde donde afloran del suelo hasta la pieza de madera que decidieron atacar. Lo bueno es que no hacen sus túneles subterráneos a más de veinte centímetros de profundidad y para combatirlos basta con hacer una zanja alrededor de la casa que se quiere proteger y echar ahí el veneno antes mencionado.

Este es un procedimiento de muy bajo impacto ecológico y hasta kármicamente correcto, si nos ponemos delicados. El Trifosban es un veneno específico de muy baja toxicidad para todo aquel que no sea termita, y aun siéndolo puedes escoger no comértelo. Pero la verdad sea dicha, huele muy mal. Esto hace que la termita de marras escoja otro camino a la hora de buscar restaurante. El porcentaje de sulfato de cobre es muy bajo también y lo uso para reducir el problema de los hongos que le salen a las paredes por culpa de la capilaridad, las salpicaduras y esas cosas. La sal (de la salina de Pampatar) la uso como elemento ignífugo. Sí, ya sé, las fundaciones de piedra no se incendian…, pero es que hago la misma mezcla para la madera y todo lo demás. Tengo un solo envase.

La mezcla esta lleva algo de cal también y en el caso de las fundaciones hace de cementante… Bueno, también le puse sábila, pero esto fue porque antes había pintado una madera con esta mezcla para hacer los estantillos de la cerca. Pero para lo de la termita de tierra no es necesario.

Orden, orden, que esto es serio… Cronología, Martín. Cronología…

El caso es que cerramos y compactamos todo el perímetro de las fundaciones. Externa e internamente. Por dentro hicimos un terraplén que parece el arcén de un castillo medieval, pero muy chiquito, eso sí, para apoyar cómodamente un andamio que usamos para trabajar con seguridad en el tramo elevado de la tapia.

Hicimos dos andamios de tres metros sesenta de alto. Uno va por fuera de la obra y el otro va por dentro. Apoyándonos en ellos elevamos con un polipasto de cuatro poleas (el Harken de la mayor del velero, con todo y caza escotas) las caras del tapial y del esquinero.

Por cierto que el molde esquinero lo ampliamos para que las juntas de piezas de tierra compactadas solaparan ampliamente, pero como todo en mi vida, lo hice al revés. Quiero decir que he debido hacerlo grande para la pieza a nivel del suelo y reducirlo para la que queda arriba, pero el indio piensa diez años después de muerto, como dice el dicho.

El caso es que para nuestra inauguración en la capa alta escogimos la esquina Oeste que lleva un dintel para la puerta frontal. De modo tal que tuvimos que armar el molde esquinero y adosarle el tapial recto para poder cubrir la longitud total del dintel. Metimos unas compuertas bajitas en el vano de la puerta, llenamos hasta el borde con la tierra apisonada, colocamos el dintel y apisonamos hasta llenarlo.

Lo llenamos con tobos que voy izando con un extraño mecate cuyo peso es negativo, que tiene un bonito gancho de bronce en la punta, y que en el barco usaba para lo mismo (para izar tobos) pero con agua salada para lavar la cubierta. El tapial esquinero se lleva doce tobos por capa y el tapial recto se lleva veintidós de ellos. Como siempre el tapial se lleva unas once capas de tierra y pisón, tierra y pisón para llenarlo. Cada tobo lleva unas dos paladas de tierra que va preparando Wilmer (Ricardo ya no trabaja con nosotros. Sí, somos dos en esta fase) y yo la subo desde lo alto del tapial o del andamiaje, la echo adentro, la nivelo y luego compacto con un nuevo pisón que hice un poco más pequeño (15 x 15 cm) y liviano porque el otro me estaba matando. Estuve a punto de denunciarme en la ONU por crímenes de lesa humanidad a causa de aquel nefasto aparato que ni en la era de las cavernas resultaría correcto.

La maniobra resultó casi bien. Es decir que apisonamos la tierra con éxito pero el esquinero se movió un poco provocando que la esquina saliera un poco torcida. Nada que no tape el friso. Pero para la próxima esquina hay que mejorar el sistema de apoyo para este molde.

Como el tapial recto lo montamos mirando hacia el sur no lo bajamos sino que continuamos con la tapia hasta el punto en el cual se armará el molde para esa esquina. Después la bajamos para emplazarlo en la pared que va hacia el norte.

En esta pared hay tres ventanas pequeñas. Las dos del baño, que es un baño dividido pues tiene la poceta separada del área de la ducha para permitir el uso simultáneo de más usuarios, y la de la parte que hará de cocina por ahora pero que en realidad es un lavandero despensa.

Aquí cometí otro pequeño error. El tapial lo hice de un metro cincuenta de alto y un metro ochenta y tres de largo para provechar mejor la tabla que uso, que es de tres metros sesenta y seis. Al hacerlo de uno cincuenta, la pared sale de uno cuarenta por los diez centímetros que se lleva el solape en el sobrecimiento. Yo quería una tapia de dos ochenta de altura y no quería hacer tres capas porque me parecía que el trabajo se haría interminable. Por eso no hice más bajo el tapial, como suele hacerse.

Muy bien, hasta ahí todo más o menos razonable. Las piezas de tapia salen de uno cuarenta de alto, por uno sesenta de largo por la compuerta y el solape con la tapia ya hecha…

Los dinteles los hice de un metro ochenta y tres para aprovechar mejor la tabla de tres sesenta y seis, como ya dije, pero ahora no caben en el tapial… Okey, me tocó inventar… Hice unas compuertas dobles que ponemos en el tapial quedando con una abertura de diez centímetros justo a la altura de la ventana. Llenamos el tapial hasta ahí, colocamos el dintel metiéndolo por esa abertura como de buzón, y continuamos compactando arriba de él. Claro que en la siguiente etapa de compactación tengo que meter piedras a mandarriazos por debajo del saliente del dintel, pero ¡buéh! Así es la vida.

El caso es que vamos ya a la altura del esquinero norte pudiendo decirse que estamos ya casi en el setenta y cinco por ciento del tapial. Tenemos una puerta y tres ventanas con sus respectivos dinteles ya colocados. La tapia ya tiene la altura total en lo que toca a tierra y ya no parece un trabajo tan titánico que se diga.

Descubrimos con las lluvias que como la tierra que estamos usando es demasiado arenosa (baja en arcillas) compacta muy bien pero no resiste la erosión por el agua. Hemos venido añadiendo polvo de piedra (polvillo del que se usa en la mezcla para frisar) proveniente del desecho de cantera que alguna vez nos echó ahí el adequísimo y muy abogado vecino nuestro y ha venido resultando muy bien. Seguimos usando el mismo dos por ciento de cal, pero añadimos un diez o quince por ciento del polvillo este. Hay que tener cuidado de no pasarlo de agua porque se hace un chicle muy fastidioso, pero en cuanto seca se pone muy duro y resiste el agua perfectamente.

También, por sugerencia del arquitecto Carlos Mario Aguirre quién resulta ser el pípiri de la arquitectura de tierra en este país (y bueno, tuvimos la suerte de conocerlo. Nos ha apoyado bastante con sus conocimientos y hasta nos prestó su máquina de prensar adobes) le estamos añadiendo piedra a la mezcla para la compactación. Usamos una piedra más o menos de las proporciones de la número uno pero sin ponerle demasiado furor al tamizado, es decir que a veces se vienen unas más grandes e igual cogen pisonazos a go-go.

La experiencia resulta buena. La piedra contribuye a lograr una compactación mucho mayor y la resistencia inicial de la tapia es mejor. Esto se ve sobre todo a la hora de mover el tapial y volverlo a apretar en su nuevo emplazamiento. Sin la piedra hay que tener mucho tiento con las tuercas porque se quiebra la tierra. Con las piedras la verdad es que aguanta uso y abuso.

La proporción de piedra es más o menos de un cinco por ciento… Bueno, de repente es de un siete y hasta un diez, dependiendo del agua. Si se le va a uno un poco la mano con el agua se forma un pegoste con el polvo de piedra y es muy difícil lograr una buena consistencia añadiendo arena, entonces conviene ponerle un poco más de piedra para que ayude con la compactación. De todos modos el punto óptimo lo va logrando uno con la práctica resultante de manejar los elementos que tiene uno a mano. A veces conviene mezclar limo con la cal y esta mezcla añadirla a la tierra para aumentar la resistencia final porque esta mezcla es un cementante químico que trabaja porque una es ácida y la otra es base…, pero yo tengo muy poco limo aquí, así es que eso es casi teoría…

Los dinteles están hechos de tabla (de pino caribe) compuesta. De cada tabla de tres sesenta y seis metros por veinte centímetros saqué cuatro de uno ochenta y tres metros por nueve y medio centímetros. Usé dieciséis (es decir, cuatro tablas del tamaño original) para armarlas con cola blanca y siete pasadores de barra roscada de tres octavos de pulgada. Con esto armé unos piezononones de un metro ochenta y tres, por cuarenta, por nueve y medio centímetros, que hacen unos dinteles muy bonitos. Pesan unos treinta y cinco kilos lo cual es una buena ganancia frente a los más de ciento diez kilos que pesarían de ser de concreto armado, sin hablar del tiempo de fraguado y todo lo demás.

Los traté con veinticinco litros de una solución al uno por ciento de Trifosban a la que le añadí medio kilo de sulfato de cobre, medio kilo de sal, cuatro kilos de cal hidrolizada, y una cantidad generosa de pedazos de cactus (porque se me acabó la sábila) que es el elemento aglutinante. Con esto los pinté dándoles unas cuatro manos.

El siguiente paso, después de terminar la parte de tierra es la grada que corona las paredes. En este caso no haré una grada clásica de madera sino una viga de corona de concreto armado. Esta pieza hace dos trabajos. Uno es el de abrazadera para mantener toda la tapia en su sitio y que además protege contra el agua que se depositaría arriba de ella. La otra es repartir la carga de los elementos estructurales del piso de arriba.

Ese es otro cuento…

lunes, 20 de julio de 2009

Tapiales

La tierra apisonada se ha utilizado y aceptado ampliamente
En Australia y el norte de África…
También se utiliza ampliamente en Francia,
y en climas similares y más húmedos.
Asimismo, se usó ampliamente en la costa Este de Estados Unidos
Durante el siglo XIX…
En 1839, E. Gilman escribió uno de los primeros
manuales para la construcción
De tierra apisonada, al que llamó The Economical Builder.
En él se ensalzaban las virtudes de este sistema de construcción,
Declarándolo seguro y económico.

Adobe.
Cómo construir fácilmente.

Paul Graham McHenry, Jr.


Básicamente lo que se hizo al terminar el cimiento de piedra mampuesta fue vaciar una capa de concreto de diez centímetros de espesor y cuarenta de ancho a todo lo largo del muro de piedra. Esto se hizo porque facilitaba la colocación del molde de madera dentro del cual se apisonaría la tierra.

En las casas antiguas se solía hacer esta capa con mampostería de alfarería. Ladrillos cocidos, losas de terracota, piedra labrada, o cualquier otro material que facilitara la colocación y nivelación del tapial, que es el molde de madera.

Optamos por salirnos del proceso ortodoxo porque no es cosa tampoco de terminar de dejar el lomo ahí pegado nada más que por tozudez. Existen métodos modernos dignos de ser tomados en cuanta aun dentro del marco de lo económico puramente dicho. Y la verdad es que no queríamos volver a ver por un largo tiempo nada que hubiera que pegar con las manos y una por una. Hay que pensar en que fueron algo más de cuarenta y cinco toneladas de piedra colocadas a mano, y una por una… Se comprende…

Entonces esta capa fue vaciada a nivel, sobre la piedra, y en partes. No. No le pusimos cabillas. En todo caso las casas viejas no las conocieron nunca y ahí siguen de pie, con cierta tendencia a permanecer así pese al abandono que sufren la mayoría. Lo que hicimos fue encofrar una porción de siete metros más o menos (de los más o menos treinta y cinco metros de longitud que tiene el cimiento) y vaciarlo con un mortero de saco y medio de cemento por cada dos carretillas de piedra, una de arena, un puñado de fibra NurlonTM, y treinta litros de agua. Esto es porque queríamos lograr un concreto con un asentamiento de alrededor de tres pulgadas y una resistencia superior a los doscientos diez kilogramos por centímetro cuadrado. Para los empates entre el concreto viejo y el nuevo usamos EpocreteTM.

Mientras este concreto fraguaba y la piedra comenzaba su asentamiento, nos fuimos a construir los tapiales. Hicimos uno esquinero y otro largo para fabricar las paredes.

Decidimos aquí que los métodos modernos también tenían algo que decir y por eso los esquineros los resolvimos con tierra apisonada también y no con las clásicas rafas de piedra. No tengo que repetir que por ahora, más piedras, no, por favor…

Los tapiales también resultaron de la hibridación de los procesos antiguos y los modernos. Perdieron las cuñas, las agujas, los tojines, y los tortoles, conservando los codales, ganado barras roscadas y rodillos. Lo que quiero decir es que antiguamente se hacían los trabajos disponiendo de mucha mano de obra, así que mudar un tapial era un cambote de campeonato. No importaba si había que desarmar un rompecabezas cada nada y volverlo a armar más allá. Además, si se caía alguien de una armazón medio precaria no resultaba tan grave porque lo sustituías de inmediato con otro aprendiz, y no había ministerio respirando tras ninguna oreja.

Entonces armamos un esquinero que parece un escaparate de los que hacen los turcos y un tapial recto con rodillos para no tener que desarmarlo y alzarlo cada vez, sino aflojarlo y rodarlo a su siguiente emplazamiento.

Comenzamos por las esquinas y armamos las primeras cuatro (craso error) en tres días. Cada una lleva 0,56m3 de tierra. Unos 896 kilos. Once capas de a veinticinco paladas que se emparejan (para asegurarse que la capa queda pareja y no importa si se te olvida: en lo que el pisón golpea en una irregularidad se arrecha y toma venganza devolviéndote el trancazo con mucha eficiencia) y se compactan hasta que el pisón suena a que golpea piedra. Es menos rudo de lo que parece (claro que a mi dieta riquísima en proteínas e hidratos de carbono le tuvimos que añadir un suplemento de gingseng, uno de vitamina B, otro de magnesio, además de proteína de soya). Se tarda uno dos horas y media en llenar el tapial esquinero debidamente compactado, y se desmolda de inmediato para que la humedad de la tierra no dañe la madera del tapial. Es de pino y no se porta muy bien cuando se moja más de la cuenta.

La primera que hicimos fue la de la esquina Sur, el día jueves 11-6-09. El siguiente se hizo el día 12 (también sembramos los primeros once arbolitos. 10 Nim y un Ylan ylan al que llamamos María Teresa) tocándole esta vez a la del Oeste. El sábado 13, el día del sancocho, hicimos las esquinas Norte y Este. La Norte en la mañana antes de que llegara la gente, y la Este en la tarde a punta de Solera Verde. Extrañamente fue la que quedó mejor. La de la mañana hasta se medio derrumbó por una esquina por fallas de compactación. Se reparó y quedó ahí más o menos.

La preparación de la tierra es más trabajosa que complicada. Hay que hidratar una buena porción (más del doble de la que se requiere) usando una lechada de cal porque en este caso la proporción de arcilla que tiene este suelo es mínima. Un cinco por ciento así, a pepa de ojo. Es por eso que le añadimos un poquito de cal para echarle una ayudadita frente al agua, la revolvemos bien y la dejamos madurar un día o dos. Por eso es que hay que preparar más de la que hay que usar, para no quedarse esperando a que la arcilla se hidrate. Se da cuenta uno de inmediato que la tierra está lista porque está suave, no se pega de la pala, tiene un color más marrón que rojiza, y si se toma un puñado y se aprieta agarra la forma de la mano, pero si se deja caer se fragmenta.

El pisón también te habla sobre el estado de la tierra. Si está muy húmeda se pega del pisón y además no compacta. Parece fluir como plastilina y lo que pisas por aquí, se alza por allá, como dijera alguna vez un brillante e inspirado presidente caudillo venezolano (aunque él se refería más bien a un cuero seco). En cambio si está muy seca la tierra el pisón levanta un polvero dentro del tapial y el proceso se convierte en pilar maíz en el pilón. Dale duro a ese pilón… Si le falta agua, pero no está tan seca como para levantar polvo, la impresión que da es la de la forja en frío. Sí, cuando uno golpea un metal éste se deformará un poco, pero si le sigue dando mandarriazos sin calentarlo el material sufrirá agriándose (suena lógico si se toma en cuenta que está llevando golpes y no se puede defender) y se irá delaminando perdiendo resistencia, como pasa con las uñas a quién está bajo de calcio. Bueno, la tierra escasa de humedad se porta así. Se agria. Parece que se delamina. En ese caso hay que mojarla un poco para que compacte bien y no pierda cohesión.

Ahora sabemos que es mejor fabricar la esquina precedente y la siguiente hacerla contra la cara de la tapia recta. Porque sucede que el tapial tiene un rodillo delante y abajo que rueda sobre la capa de concreto, y uno superior atrás que rueda sobre la tapia recién compactada de modo que llegando a la esquina hay que desarmar el tapial para voltearlo apoyando el rodillo superior en la esquina fabricada anteriormente. Pero si uno hace la esquina, luego la pared, y dónde termina la pared hace la otra esquina, no tiene que estar volteando nada… Bueno, queda para la capa superior esta experiencia.

El tapial recto que hicimos tiene unas dimensiones útiles de h= 1,40m; a=0,40; l= 1,65m; es decir que contiene 0,924m3 (unos 1.478 kg) dispuestos en once capas de aproximadamente cuarenta y ocho paladas cada una (528 paladas o así). La tierra fofa se deja con un espesor más o menos de veinte centímetro que al compactar queda con más o menos trece. Como un sesenta y cinco por ciento, que es lo que da, lo pises cuanto lo pises.

El pisón es otro tema. Hicimos un monstruo de 20 por 20 cm y de unos nueve kilos. Puedo ver que es verdad lo que dice la teoría a cerca de que el peso máximo debe ser de ocho kilos. Más pesado no compacta más, solo cansa más. Vamos a hacer otro más pequeño, de 15 por 15 para el trabajo en los rincones, y de paso que no exceda los seis kilos. De hecho, para el trabajo en las esquinas y rincones hemos estado usando una mandarria de doce libras que funciona la mar de bien. El problema con ella es que tiene el mango muy corto y resulta tremendamente vengativa cuando pisa una irregularidad. Patea salvajemente. Son más o menos doscientos veinticinco golpes de pisón por capa, que multiplicados por once son unos dos mil quinientos golpes al día. De ahí la necesidad de los suplementos vitamínicos. Y no, no me estoy poniendo como Charles Atlas. Más bien como Jesus Christ Superstar…, me voy a dejar las greñas… Aunque en la carpintería me llaman Hellboy (como el de las tiras cómicas) por el color de mi piel que es más roja cada día… Es la vida.

En los espacios para las puertas y ventanas hemos ido dejando embutidos en la tapia lo que en español castizo se llaman tarugos o zoquetes. Estos son bloques de madera tratada con los ángulos de fuga invertidos para que no se salgan, que se dejan pegados al molde dónde habrá un marco, y del cual se atornillará este cuando le toque. Un dato curioso es que en los libros mexicanos, estos tarugos o zoquetes se llaman bloques gringos. Yo no creo que sea casual… Pero en fin. No quiero, además, parecer xenófobo.

A estas alturas estamos con el cincuenta por ciento de las paredes hechas. Nos ha tomado una pieza por día hábil. Somos un equipo de tres persona que rendimos lo mismo que una o dos. La diferencia es el estado en el que queda uno al final del día, y por consiguiente el ímpetu que tendrá al día siguiente en la mañana.

Supongo que con un equipo de cuatro personas, con dos al pisón y dos en las palas, sí se vería un rendimiento mayor. Pero eso me queda en el terreno de la elucubración porque no hay cama para tanta gente.

Para la capa superior debemos usar andamios y algún ingenio para elevar fácilmente los tapiales. Fácil y seguro, porque aunque no es muy alto (dos metros ochenta) el componente sicológico puede ser determinante en el rendimiento y la verdad es que hasta ahora la cosa ha resultado satisfactoria pero un pelo más lenta de la que hubiera querido.

En este momento enfrentamos lluvia. Torrenciales aguaceros con vientos poco menos que huracanados que le arrancan los plásticos que pusimos sobre la tapia para protegerla. Con todo y eso los daños han sido mínimos localizados exclusivamente en los puntos en los que el agua corre ya sea porque se levantó el plástico y el agua se pasa por el pliegue hacia la parte superior de la tapia, ya sea porque hay un hueco y por ahí se va el agua.

Las pequeñas cárcavas que se formaron las hemos ido llenando con el mismo barro, pero casi líquido y con más cal, quedando las reparaciones muy buenas por lo que se ve.

Hemos tenido algunos asentamientos diferenciales que agrietaron un poco la tapia pero ninguno ha tenido una gran importancia. El más notorio comenzó en la puerta Oeste pero se detuvo ya hace algunos días.

Lo de la capa superior es el próximo reto. Veremos…

jueves, 2 de julio de 2009

Chinche mento


Esta casa crece y crece, cada vez más rápido. Y vamos por más del 25% del tapial y mientras escribo esto sigue creciendo. Ya pronto vamos para arriba con sus nuevos retos. ¡Pisón a 4 metros del suelo!
El equipo guachafitero se turna al pisón, porque echar pico y pala es un paseo. Esto demuestra que todo es relativo.
Los vecinos pasan todos los días, entre curiosos y preocupados. Ese trío de locos con sombreros están haciendo una casa ¿o es una iglesia? Parece como un fortín…Se ponen en la esquina y preguntan…¿y eso no lleva cemento?... Luis Guillermo, se ríe, se impacienta, se vuelve a reír y explica: no, es pura tierra con un susto de cal y agua. ¿y eso no se va a caer?...pues la Iglesia de La Asunción tiene mas de 500 años parados y ¡nada que se cae!
Simplemente no les cabe en la cabeza. Algunos, los más viejos recuerdan que su papá, cuando ellos eran chiquitos, construyó una casa así. De purita tierra…. ¿pero y cabillas tampoco le ponen?...nooooo tampoco. Pura tierra y pisón.
Definitivamente somos raros.









yo tambien eché pala
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La puerta serà por allí


¡que bonita se ve la pared!








El tapial se "rueda" hacia adelante ayudado con los rodillos



Lleno de tierra ya. Listo para rodar




El tapial recién estrenándose. Con sus rodillos y todo


El primer tapial corrido, sin esquina

martes, 16 de junio de 2009

Esta casa es grande…tiene cuatro esquinas

Este fin de semana le retoñaron las cuatro esquinas a La Guachafita. Y que no se me mal entienda: no es que “aparecieron” mágicamente cuatro esquinas de la nada. El súper equipo Guachafitero tiene meses preparando las bases y fabricando los encofrados (que se llaman tapiales) donde se vierte la tierra y luego se le echa pisón (y pichón). El sábado hicieron la última de estas esquinas y celebramos con un sancocho a la leña con los queridos amigos.

La sonrisa no me cabe en la cara, de hecho, las orejas me estorban para sonreír tanto como quisiera. Estos retoños de tierra son bellos, parecen pedazos de chocolate (cuando están recién desmoldados) que provoca morder. Son majestuosas y simples. Perfectas y sólidas. Mirándolas embobada, no puedo menos que maravillarme ante este proceso que estamos viviendo. Construir esta casa es mucho más que construir el elemento arquitectónico que luego va a ser hogar, estamos al mismo tiempo construyendo los sueños de Wilmer, de Ricardo (el equipo Guachafitero) y los nuestros. Dándoles una dimensión real y tangible. Estamos construyendo nuestro espacio en el mundo.

Gracias a nuestros amigos por compartir con nosotros esta primera de lo que esperamos sean muchas celebraciones en torno a nuestra casa. Fue una tarde deliciosa con un sancochote de gallina hecho a leña. Cerveza, risas, brisa fresca de la tarde, el cariño y apoyo de la gente querida alimentan las energías de La Guachafita…. ¡y que siga el pisón!

El santo de La Guachafita




















































¡Pa`rriba! la primera esquina