La construcción de nuestra casa, además de ser una solución habitacional y un manifiesto filosófico, es una exploración y uso de las diversas tecnologías de arquitectura de tierra. Basada en tres técnicas específicas, y sus adaptaciones a este caso concreto. La tapia de tierra apisonada, el adobe (moldeado y compactado) y más recientemente el superadobe (bolsas de polietileno rellenas de tierra estabilizada o no) son utilizadas con éxito en esta construcción.
Poca mano de obra, escaso consumo energético, escaso transporte y acarreo de material, poca utilización de madera, climatización pasiva de los ambientes internos, racionalización del uso del agua son algunas de las características de La Guachafita.


viernes, 16 de octubre de 2009







Tapiales II

La tierra es un material constructivo con rangos bajos
De resistencia a la compresión y a la tensión
Comparados con otros materiales que lo
Superan en gran medida, sin embargo, su
Capacidad mecánica es útil para construir
Y al seguir sus reglas y proporciones de
Geometrización del material, más un
Mantenimiento adecuado, pueden lograrse
Edificaciones considerablemente resistentes
Que pueden mantenerse en pie y en buenas
Condiciones por más de cien años.

Construir con adobe.
Fundamentos, reparación de daños y diseño contemporáneo.

Berenice Aguilar Prieto.


Sí, terminamos completamente la primera fase de la tapia, que es básicamente toda la capa baja. La primera parte de un metro cuarenta de alto que es el alto del tapial.

En el interín ha pasado de todo. Muchas cosas buenas y otras no tanto, como los dos meses de lluvia loca en julio y agosto. Como no podíamos trabajar en la tapia aprovechamos para cerrar las zanjas de los cimientos que aun estaban expuestos para lo cual primero tuvimos que fumigar con una solución de Trifosban, sal y sulfato de cobre para complicarle la cosa a la termita de tierra que es la mayor amenaza para una casa que lleva tantos componentes de madera, y de tierra, claro.

La termita de tierra es un xilófago que no se aloja en la pieza de madera que ataca. Vive en la tierra, en nidos que hace medio subterráneos, medio en palos podridos y ese tipo de ambientes. Pero viene a comer a la casa de uno usando unos túneles que hace mezclando fluidos corporales con aserrín y pedacitos de cosas. Eso lo hacen desde donde afloran del suelo hasta la pieza de madera que decidieron atacar. Lo bueno es que no hacen sus túneles subterráneos a más de veinte centímetros de profundidad y para combatirlos basta con hacer una zanja alrededor de la casa que se quiere proteger y echar ahí el veneno antes mencionado.

Este es un procedimiento de muy bajo impacto ecológico y hasta kármicamente correcto, si nos ponemos delicados. El Trifosban es un veneno específico de muy baja toxicidad para todo aquel que no sea termita, y aun siéndolo puedes escoger no comértelo. Pero la verdad sea dicha, huele muy mal. Esto hace que la termita de marras escoja otro camino a la hora de buscar restaurante. El porcentaje de sulfato de cobre es muy bajo también y lo uso para reducir el problema de los hongos que le salen a las paredes por culpa de la capilaridad, las salpicaduras y esas cosas. La sal (de la salina de Pampatar) la uso como elemento ignífugo. Sí, ya sé, las fundaciones de piedra no se incendian…, pero es que hago la misma mezcla para la madera y todo lo demás. Tengo un solo envase.

La mezcla esta lleva algo de cal también y en el caso de las fundaciones hace de cementante… Bueno, también le puse sábila, pero esto fue porque antes había pintado una madera con esta mezcla para hacer los estantillos de la cerca. Pero para lo de la termita de tierra no es necesario.

Orden, orden, que esto es serio… Cronología, Martín. Cronología…

El caso es que cerramos y compactamos todo el perímetro de las fundaciones. Externa e internamente. Por dentro hicimos un terraplén que parece el arcén de un castillo medieval, pero muy chiquito, eso sí, para apoyar cómodamente un andamio que usamos para trabajar con seguridad en el tramo elevado de la tapia.

Hicimos dos andamios de tres metros sesenta de alto. Uno va por fuera de la obra y el otro va por dentro. Apoyándonos en ellos elevamos con un polipasto de cuatro poleas (el Harken de la mayor del velero, con todo y caza escotas) las caras del tapial y del esquinero.

Por cierto que el molde esquinero lo ampliamos para que las juntas de piezas de tierra compactadas solaparan ampliamente, pero como todo en mi vida, lo hice al revés. Quiero decir que he debido hacerlo grande para la pieza a nivel del suelo y reducirlo para la que queda arriba, pero el indio piensa diez años después de muerto, como dice el dicho.

El caso es que para nuestra inauguración en la capa alta escogimos la esquina Oeste que lleva un dintel para la puerta frontal. De modo tal que tuvimos que armar el molde esquinero y adosarle el tapial recto para poder cubrir la longitud total del dintel. Metimos unas compuertas bajitas en el vano de la puerta, llenamos hasta el borde con la tierra apisonada, colocamos el dintel y apisonamos hasta llenarlo.

Lo llenamos con tobos que voy izando con un extraño mecate cuyo peso es negativo, que tiene un bonito gancho de bronce en la punta, y que en el barco usaba para lo mismo (para izar tobos) pero con agua salada para lavar la cubierta. El tapial esquinero se lleva doce tobos por capa y el tapial recto se lleva veintidós de ellos. Como siempre el tapial se lleva unas once capas de tierra y pisón, tierra y pisón para llenarlo. Cada tobo lleva unas dos paladas de tierra que va preparando Wilmer (Ricardo ya no trabaja con nosotros. Sí, somos dos en esta fase) y yo la subo desde lo alto del tapial o del andamiaje, la echo adentro, la nivelo y luego compacto con un nuevo pisón que hice un poco más pequeño (15 x 15 cm) y liviano porque el otro me estaba matando. Estuve a punto de denunciarme en la ONU por crímenes de lesa humanidad a causa de aquel nefasto aparato que ni en la era de las cavernas resultaría correcto.

La maniobra resultó casi bien. Es decir que apisonamos la tierra con éxito pero el esquinero se movió un poco provocando que la esquina saliera un poco torcida. Nada que no tape el friso. Pero para la próxima esquina hay que mejorar el sistema de apoyo para este molde.

Como el tapial recto lo montamos mirando hacia el sur no lo bajamos sino que continuamos con la tapia hasta el punto en el cual se armará el molde para esa esquina. Después la bajamos para emplazarlo en la pared que va hacia el norte.

En esta pared hay tres ventanas pequeñas. Las dos del baño, que es un baño dividido pues tiene la poceta separada del área de la ducha para permitir el uso simultáneo de más usuarios, y la de la parte que hará de cocina por ahora pero que en realidad es un lavandero despensa.

Aquí cometí otro pequeño error. El tapial lo hice de un metro cincuenta de alto y un metro ochenta y tres de largo para provechar mejor la tabla que uso, que es de tres metros sesenta y seis. Al hacerlo de uno cincuenta, la pared sale de uno cuarenta por los diez centímetros que se lleva el solape en el sobrecimiento. Yo quería una tapia de dos ochenta de altura y no quería hacer tres capas porque me parecía que el trabajo se haría interminable. Por eso no hice más bajo el tapial, como suele hacerse.

Muy bien, hasta ahí todo más o menos razonable. Las piezas de tapia salen de uno cuarenta de alto, por uno sesenta de largo por la compuerta y el solape con la tapia ya hecha…

Los dinteles los hice de un metro ochenta y tres para aprovechar mejor la tabla de tres sesenta y seis, como ya dije, pero ahora no caben en el tapial… Okey, me tocó inventar… Hice unas compuertas dobles que ponemos en el tapial quedando con una abertura de diez centímetros justo a la altura de la ventana. Llenamos el tapial hasta ahí, colocamos el dintel metiéndolo por esa abertura como de buzón, y continuamos compactando arriba de él. Claro que en la siguiente etapa de compactación tengo que meter piedras a mandarriazos por debajo del saliente del dintel, pero ¡buéh! Así es la vida.

El caso es que vamos ya a la altura del esquinero norte pudiendo decirse que estamos ya casi en el setenta y cinco por ciento del tapial. Tenemos una puerta y tres ventanas con sus respectivos dinteles ya colocados. La tapia ya tiene la altura total en lo que toca a tierra y ya no parece un trabajo tan titánico que se diga.

Descubrimos con las lluvias que como la tierra que estamos usando es demasiado arenosa (baja en arcillas) compacta muy bien pero no resiste la erosión por el agua. Hemos venido añadiendo polvo de piedra (polvillo del que se usa en la mezcla para frisar) proveniente del desecho de cantera que alguna vez nos echó ahí el adequísimo y muy abogado vecino nuestro y ha venido resultando muy bien. Seguimos usando el mismo dos por ciento de cal, pero añadimos un diez o quince por ciento del polvillo este. Hay que tener cuidado de no pasarlo de agua porque se hace un chicle muy fastidioso, pero en cuanto seca se pone muy duro y resiste el agua perfectamente.

También, por sugerencia del arquitecto Carlos Mario Aguirre quién resulta ser el pípiri de la arquitectura de tierra en este país (y bueno, tuvimos la suerte de conocerlo. Nos ha apoyado bastante con sus conocimientos y hasta nos prestó su máquina de prensar adobes) le estamos añadiendo piedra a la mezcla para la compactación. Usamos una piedra más o menos de las proporciones de la número uno pero sin ponerle demasiado furor al tamizado, es decir que a veces se vienen unas más grandes e igual cogen pisonazos a go-go.

La experiencia resulta buena. La piedra contribuye a lograr una compactación mucho mayor y la resistencia inicial de la tapia es mejor. Esto se ve sobre todo a la hora de mover el tapial y volverlo a apretar en su nuevo emplazamiento. Sin la piedra hay que tener mucho tiento con las tuercas porque se quiebra la tierra. Con las piedras la verdad es que aguanta uso y abuso.

La proporción de piedra es más o menos de un cinco por ciento… Bueno, de repente es de un siete y hasta un diez, dependiendo del agua. Si se le va a uno un poco la mano con el agua se forma un pegoste con el polvo de piedra y es muy difícil lograr una buena consistencia añadiendo arena, entonces conviene ponerle un poco más de piedra para que ayude con la compactación. De todos modos el punto óptimo lo va logrando uno con la práctica resultante de manejar los elementos que tiene uno a mano. A veces conviene mezclar limo con la cal y esta mezcla añadirla a la tierra para aumentar la resistencia final porque esta mezcla es un cementante químico que trabaja porque una es ácida y la otra es base…, pero yo tengo muy poco limo aquí, así es que eso es casi teoría…

Los dinteles están hechos de tabla (de pino caribe) compuesta. De cada tabla de tres sesenta y seis metros por veinte centímetros saqué cuatro de uno ochenta y tres metros por nueve y medio centímetros. Usé dieciséis (es decir, cuatro tablas del tamaño original) para armarlas con cola blanca y siete pasadores de barra roscada de tres octavos de pulgada. Con esto armé unos piezononones de un metro ochenta y tres, por cuarenta, por nueve y medio centímetros, que hacen unos dinteles muy bonitos. Pesan unos treinta y cinco kilos lo cual es una buena ganancia frente a los más de ciento diez kilos que pesarían de ser de concreto armado, sin hablar del tiempo de fraguado y todo lo demás.

Los traté con veinticinco litros de una solución al uno por ciento de Trifosban a la que le añadí medio kilo de sulfato de cobre, medio kilo de sal, cuatro kilos de cal hidrolizada, y una cantidad generosa de pedazos de cactus (porque se me acabó la sábila) que es el elemento aglutinante. Con esto los pinté dándoles unas cuatro manos.

El siguiente paso, después de terminar la parte de tierra es la grada que corona las paredes. En este caso no haré una grada clásica de madera sino una viga de corona de concreto armado. Esta pieza hace dos trabajos. Uno es el de abrazadera para mantener toda la tapia en su sitio y que además protege contra el agua que se depositaría arriba de ella. La otra es repartir la carga de los elementos estructurales del piso de arriba.

Ese es otro cuento…