La construcción de nuestra casa, además de ser una solución habitacional y un manifiesto filosófico, es una exploración y uso de las diversas tecnologías de arquitectura de tierra. Basada en tres técnicas específicas, y sus adaptaciones a este caso concreto. La tapia de tierra apisonada, el adobe (moldeado y compactado) y más recientemente el superadobe (bolsas de polietileno rellenas de tierra estabilizada o no) son utilizadas con éxito en esta construcción.
Poca mano de obra, escaso consumo energético, escaso transporte y acarreo de material, poca utilización de madera, climatización pasiva de los ambientes internos, racionalización del uso del agua son algunas de las características de La Guachafita.


martes, 19 de octubre de 2010

Acampando en La Guachafita

Aquí estoy, sentada en un comedor de campaña en medio del tierrero en lo que algún día se convertirá en taller de La Guachafita. El sol (aun debajo de la sombra de un toldo que compramos y con una mata de ciruela de huesitos a mi espalda) me castiga la nuca como con rabia. Miro los muros de tierra que tengo enfrente y pienso en todo lo que se ha hecho en este tiempo de bregar soñando y de soñar bregando.

Ya las paredes hace mucho tiempo se alzaron y ahora es el turno de los techos y los pisos. El techo de lo que será la cocina y en este momento es nuestro campamento, ya está listo. Bello a 4 metros de altura, es claro y fresco. El entrepiso del otro ambiente esta a punto de estar listo también, así que ya hay sombra dentro de la casa y la diferencia de temperatura con el exterior es enorme.

En este lapso de tiempo el futuro nos alcanzó y estamos ahora acampando en lo que será nuestra casa. Cuando digo acampando no es una figura hiperbólica, es carpa y cocina de campaña. Es ducha con manguera, es tierra y sol inclemente.

Suena duro y no se equivoquen, lo es. Pero me estoy divirtiendo de lo lindo. Armamos una cocina en el ranchito de zinc que al principio sirvió de guardadero de corotos y ahora es guardadero de corotos, baño (con una pocetica del que fue nuestro velero) y ducha (con una manguera). Delante de ese espacio, en unos mesones hechos de los encofrados en desuso, hicimos una cocina. El barco de nuevo nos regaló un lavaplatos y un señor de Atamo hizo unas esteras que nos protegen de las miradas indiscretas y del inclemente sol. Como diría mi mamá: lo cortés no quita lo valiente y a pesar de que el piso es de tierra y el grifo es una manguera, quedó bonita. Y yo gozo cocinando y hasta fregando (es un refugio ante el calor) en ese pequeño espacio. Desde allí miro un par de patos que descubrieron un charquito que se hace del desagüe del fregaplato y la ducha, y hasta nadan allí. Tengo de ayudantes una legión de lagartijas, quienes todas las mañanas “barren” el piso de la cocina de los restos de comida que caen y los insectos escondidos por allí. Las gallinas y sus pollitos (todos prestados, ninguno propio) limpian el resto del terreno de alacranes y culebras.

Nuestras habitaciones (de Zoé, Luis Guillermo y yo) son sendas carpas puestas sobre una tarima de madera en lo que será la cocina, el único sitio con techo completamente impermeable hasta el momento. En las carpas tenemos nuestros colchones, lamparitas para leer y ventiladores, por lo que se duerme sabroso y a salvo del polvero externo.

A partir de las 4 de la tarde, todo cambia. Apenas el sol se esconde detrás de un cerrito que tenemos hacia el oeste, la brisa se pone fresca, el sopor pasa y se puede estar afuera sin tener taquicardia. Cenamos temprano, pues casi no podemos almorzar y las veladas son deliciosas, como suelen serlo en los campamentos. Luis Guillermo se fuma un tabaco, nos tomamos un cocuy, echamos cuentos con el Tío Francisco que nos echa una mano (invaluable) en estos momentos y el tiempo se estira y se estira de un modo cómico, pues a las 7 y media de la noche ya sentimos que la jornada está completa y tenemos ganas de acostarnos.

Es bonito vivirlo en el sitio, como lo estamos haciendo. Cada pequeño paso es un gran avance hacia una casa bella, y lo más importante: nuestra.

Algunas notas sobre tecnología.

Toda la estructura de techo y entresuelo, cubierta, aleros, saliente de la escalera, todo, se ha hecho con tablas de Pino Caribe procedente de las siembras de CVG Proforca de allá, de Uverito (Monagas).

Lo que hicimos fue un pseudo laminado de tablas para fabricar las vigas, a las que se le dio una contra flecha del 1% para que trabajaran más efectivamente. Para armarlas de usó una mezcla de pintura de caucho, cola blanca (PVA), sal marina, sulfato de cobre, y Trifosbán al 1%, como pegamento y tratamiento de la madera. Se mantuvieron juntas las piezas con prensas y le caímos a clavos. Luego, con calma, apernaremos todo con los tornillos de carruaje que se deben usar.

El criterio para la preparación de la mezcla para pegar las maderas fue el siguiente: pintura de caucho para exteriores como fijador. Cola Blanca como refuerzo de pegamento. Sal marina como componente ignífugo. Sulfato de cobre que es el mejor fungicida que conozco (el hongo es el principal enemigo del pino y en este caso es muy importante porque la sal es higroscópica y mantiene las tablas un poco húmedas. Esto no es del todo malo porque una madera reseca resulta frágil. Pierde flexibilidad. Como hongos y humedad son amigos hay que prevenir los daños con la utilización del sulfato de cobre). Y el Trifosbán, que es un buen elemento preventivo contra xilófagos varios. Ha funcionado muy bien hasta ahora.

Sobre la cubierta de madera se vació una pequeña capa de concreto con fibra añadida y pego como elemento hidrófugo, y para minimizar los problemas que aparecen donde hay concreto y madera juntos como es la deslignificación de la madera por el medio alcalino (aparición de azúcares que degradan la madera), se imprimó toda la superficie con una solución de sulfato de cobre con sábila. Ya informaremos de los resultados. Pero en los experimentos previos que hicimos no aparecieron daños en la madera así tratada.

Existen varias maneras de tratar las maderas en una obra pero al final todo se reduce a hidrosolubles y óleosolubles. Escogimos trabajar con agua porque veneno o no veneno, resulta menos agresivo con el medio ambiente y con este servidor que no usa motor diesel. También está la razón de que la membrana de concreto vaciada sobre la madera no trabajaría junto con ella sino que irremisiblemente se despegaría al ser rechazada por el tratamiento. Pero no descartamos que para las ventanas y puertas sí utilicemos óleosolubles por la tenacidad que le opone al agua y al sol, que de ambos hay aquí como para regalar.

Ahora que ya está casi listo el vaciado de la capa de concreto del entresuelo, pasamos a solucionar el problema de la losa interna de la casa que tiene un hueco de unos dieciocho metros cúbicos en el centro. La razón de este hueco no es para enterrar un tesoro, ni para hacer el laboratorio (mazmorra) del abuelo de Herman Monster. Ese hueco responde a una necesidad de almacenamiento de aire frío para mejorar las condiciones de diferencial de temperatura entre el techo y el suelo.

Este hueco se comunica por tuberías con la parte de abajo del tanque de agua. El aire, al pasar por él se enfría. El aire caliente que está pegado al techo se sale por las aberturas de la cumbrera creando un vacío interno que viene a ser llenado con el aire frío que se almacenó en el dicho hueco debajo del centro de la casa… Por lo menos sobre el papel esto debería funcionar así. Y ojalá que así sea, porque el dichoso hueco ese ha dado más guerra que el carrizo, y si no funciona me va a dar mucha tristeza…

Del friso y todo lo demás iremos hablando en la medida en la que se genere.