La construcción de nuestra casa, además de ser una solución habitacional y un manifiesto filosófico, es una exploración y uso de las diversas tecnologías de arquitectura de tierra. Basada en tres técnicas específicas, y sus adaptaciones a este caso concreto. La tapia de tierra apisonada, el adobe (moldeado y compactado) y más recientemente el superadobe (bolsas de polietileno rellenas de tierra estabilizada o no) son utilizadas con éxito en esta construcción.
Poca mano de obra, escaso consumo energético, escaso transporte y acarreo de material, poca utilización de madera, climatización pasiva de los ambientes internos, racionalización del uso del agua son algunas de las características de La Guachafita.


lunes, 20 de julio de 2009

Tapiales

La tierra apisonada se ha utilizado y aceptado ampliamente
En Australia y el norte de África…
También se utiliza ampliamente en Francia,
y en climas similares y más húmedos.
Asimismo, se usó ampliamente en la costa Este de Estados Unidos
Durante el siglo XIX…
En 1839, E. Gilman escribió uno de los primeros
manuales para la construcción
De tierra apisonada, al que llamó The Economical Builder.
En él se ensalzaban las virtudes de este sistema de construcción,
Declarándolo seguro y económico.

Adobe.
Cómo construir fácilmente.

Paul Graham McHenry, Jr.


Básicamente lo que se hizo al terminar el cimiento de piedra mampuesta fue vaciar una capa de concreto de diez centímetros de espesor y cuarenta de ancho a todo lo largo del muro de piedra. Esto se hizo porque facilitaba la colocación del molde de madera dentro del cual se apisonaría la tierra.

En las casas antiguas se solía hacer esta capa con mampostería de alfarería. Ladrillos cocidos, losas de terracota, piedra labrada, o cualquier otro material que facilitara la colocación y nivelación del tapial, que es el molde de madera.

Optamos por salirnos del proceso ortodoxo porque no es cosa tampoco de terminar de dejar el lomo ahí pegado nada más que por tozudez. Existen métodos modernos dignos de ser tomados en cuanta aun dentro del marco de lo económico puramente dicho. Y la verdad es que no queríamos volver a ver por un largo tiempo nada que hubiera que pegar con las manos y una por una. Hay que pensar en que fueron algo más de cuarenta y cinco toneladas de piedra colocadas a mano, y una por una… Se comprende…

Entonces esta capa fue vaciada a nivel, sobre la piedra, y en partes. No. No le pusimos cabillas. En todo caso las casas viejas no las conocieron nunca y ahí siguen de pie, con cierta tendencia a permanecer así pese al abandono que sufren la mayoría. Lo que hicimos fue encofrar una porción de siete metros más o menos (de los más o menos treinta y cinco metros de longitud que tiene el cimiento) y vaciarlo con un mortero de saco y medio de cemento por cada dos carretillas de piedra, una de arena, un puñado de fibra NurlonTM, y treinta litros de agua. Esto es porque queríamos lograr un concreto con un asentamiento de alrededor de tres pulgadas y una resistencia superior a los doscientos diez kilogramos por centímetro cuadrado. Para los empates entre el concreto viejo y el nuevo usamos EpocreteTM.

Mientras este concreto fraguaba y la piedra comenzaba su asentamiento, nos fuimos a construir los tapiales. Hicimos uno esquinero y otro largo para fabricar las paredes.

Decidimos aquí que los métodos modernos también tenían algo que decir y por eso los esquineros los resolvimos con tierra apisonada también y no con las clásicas rafas de piedra. No tengo que repetir que por ahora, más piedras, no, por favor…

Los tapiales también resultaron de la hibridación de los procesos antiguos y los modernos. Perdieron las cuñas, las agujas, los tojines, y los tortoles, conservando los codales, ganado barras roscadas y rodillos. Lo que quiero decir es que antiguamente se hacían los trabajos disponiendo de mucha mano de obra, así que mudar un tapial era un cambote de campeonato. No importaba si había que desarmar un rompecabezas cada nada y volverlo a armar más allá. Además, si se caía alguien de una armazón medio precaria no resultaba tan grave porque lo sustituías de inmediato con otro aprendiz, y no había ministerio respirando tras ninguna oreja.

Entonces armamos un esquinero que parece un escaparate de los que hacen los turcos y un tapial recto con rodillos para no tener que desarmarlo y alzarlo cada vez, sino aflojarlo y rodarlo a su siguiente emplazamiento.

Comenzamos por las esquinas y armamos las primeras cuatro (craso error) en tres días. Cada una lleva 0,56m3 de tierra. Unos 896 kilos. Once capas de a veinticinco paladas que se emparejan (para asegurarse que la capa queda pareja y no importa si se te olvida: en lo que el pisón golpea en una irregularidad se arrecha y toma venganza devolviéndote el trancazo con mucha eficiencia) y se compactan hasta que el pisón suena a que golpea piedra. Es menos rudo de lo que parece (claro que a mi dieta riquísima en proteínas e hidratos de carbono le tuvimos que añadir un suplemento de gingseng, uno de vitamina B, otro de magnesio, además de proteína de soya). Se tarda uno dos horas y media en llenar el tapial esquinero debidamente compactado, y se desmolda de inmediato para que la humedad de la tierra no dañe la madera del tapial. Es de pino y no se porta muy bien cuando se moja más de la cuenta.

La primera que hicimos fue la de la esquina Sur, el día jueves 11-6-09. El siguiente se hizo el día 12 (también sembramos los primeros once arbolitos. 10 Nim y un Ylan ylan al que llamamos María Teresa) tocándole esta vez a la del Oeste. El sábado 13, el día del sancocho, hicimos las esquinas Norte y Este. La Norte en la mañana antes de que llegara la gente, y la Este en la tarde a punta de Solera Verde. Extrañamente fue la que quedó mejor. La de la mañana hasta se medio derrumbó por una esquina por fallas de compactación. Se reparó y quedó ahí más o menos.

La preparación de la tierra es más trabajosa que complicada. Hay que hidratar una buena porción (más del doble de la que se requiere) usando una lechada de cal porque en este caso la proporción de arcilla que tiene este suelo es mínima. Un cinco por ciento así, a pepa de ojo. Es por eso que le añadimos un poquito de cal para echarle una ayudadita frente al agua, la revolvemos bien y la dejamos madurar un día o dos. Por eso es que hay que preparar más de la que hay que usar, para no quedarse esperando a que la arcilla se hidrate. Se da cuenta uno de inmediato que la tierra está lista porque está suave, no se pega de la pala, tiene un color más marrón que rojiza, y si se toma un puñado y se aprieta agarra la forma de la mano, pero si se deja caer se fragmenta.

El pisón también te habla sobre el estado de la tierra. Si está muy húmeda se pega del pisón y además no compacta. Parece fluir como plastilina y lo que pisas por aquí, se alza por allá, como dijera alguna vez un brillante e inspirado presidente caudillo venezolano (aunque él se refería más bien a un cuero seco). En cambio si está muy seca la tierra el pisón levanta un polvero dentro del tapial y el proceso se convierte en pilar maíz en el pilón. Dale duro a ese pilón… Si le falta agua, pero no está tan seca como para levantar polvo, la impresión que da es la de la forja en frío. Sí, cuando uno golpea un metal éste se deformará un poco, pero si le sigue dando mandarriazos sin calentarlo el material sufrirá agriándose (suena lógico si se toma en cuenta que está llevando golpes y no se puede defender) y se irá delaminando perdiendo resistencia, como pasa con las uñas a quién está bajo de calcio. Bueno, la tierra escasa de humedad se porta así. Se agria. Parece que se delamina. En ese caso hay que mojarla un poco para que compacte bien y no pierda cohesión.

Ahora sabemos que es mejor fabricar la esquina precedente y la siguiente hacerla contra la cara de la tapia recta. Porque sucede que el tapial tiene un rodillo delante y abajo que rueda sobre la capa de concreto, y uno superior atrás que rueda sobre la tapia recién compactada de modo que llegando a la esquina hay que desarmar el tapial para voltearlo apoyando el rodillo superior en la esquina fabricada anteriormente. Pero si uno hace la esquina, luego la pared, y dónde termina la pared hace la otra esquina, no tiene que estar volteando nada… Bueno, queda para la capa superior esta experiencia.

El tapial recto que hicimos tiene unas dimensiones útiles de h= 1,40m; a=0,40; l= 1,65m; es decir que contiene 0,924m3 (unos 1.478 kg) dispuestos en once capas de aproximadamente cuarenta y ocho paladas cada una (528 paladas o así). La tierra fofa se deja con un espesor más o menos de veinte centímetro que al compactar queda con más o menos trece. Como un sesenta y cinco por ciento, que es lo que da, lo pises cuanto lo pises.

El pisón es otro tema. Hicimos un monstruo de 20 por 20 cm y de unos nueve kilos. Puedo ver que es verdad lo que dice la teoría a cerca de que el peso máximo debe ser de ocho kilos. Más pesado no compacta más, solo cansa más. Vamos a hacer otro más pequeño, de 15 por 15 para el trabajo en los rincones, y de paso que no exceda los seis kilos. De hecho, para el trabajo en las esquinas y rincones hemos estado usando una mandarria de doce libras que funciona la mar de bien. El problema con ella es que tiene el mango muy corto y resulta tremendamente vengativa cuando pisa una irregularidad. Patea salvajemente. Son más o menos doscientos veinticinco golpes de pisón por capa, que multiplicados por once son unos dos mil quinientos golpes al día. De ahí la necesidad de los suplementos vitamínicos. Y no, no me estoy poniendo como Charles Atlas. Más bien como Jesus Christ Superstar…, me voy a dejar las greñas… Aunque en la carpintería me llaman Hellboy (como el de las tiras cómicas) por el color de mi piel que es más roja cada día… Es la vida.

En los espacios para las puertas y ventanas hemos ido dejando embutidos en la tapia lo que en español castizo se llaman tarugos o zoquetes. Estos son bloques de madera tratada con los ángulos de fuga invertidos para que no se salgan, que se dejan pegados al molde dónde habrá un marco, y del cual se atornillará este cuando le toque. Un dato curioso es que en los libros mexicanos, estos tarugos o zoquetes se llaman bloques gringos. Yo no creo que sea casual… Pero en fin. No quiero, además, parecer xenófobo.

A estas alturas estamos con el cincuenta por ciento de las paredes hechas. Nos ha tomado una pieza por día hábil. Somos un equipo de tres persona que rendimos lo mismo que una o dos. La diferencia es el estado en el que queda uno al final del día, y por consiguiente el ímpetu que tendrá al día siguiente en la mañana.

Supongo que con un equipo de cuatro personas, con dos al pisón y dos en las palas, sí se vería un rendimiento mayor. Pero eso me queda en el terreno de la elucubración porque no hay cama para tanta gente.

Para la capa superior debemos usar andamios y algún ingenio para elevar fácilmente los tapiales. Fácil y seguro, porque aunque no es muy alto (dos metros ochenta) el componente sicológico puede ser determinante en el rendimiento y la verdad es que hasta ahora la cosa ha resultado satisfactoria pero un pelo más lenta de la que hubiera querido.

En este momento enfrentamos lluvia. Torrenciales aguaceros con vientos poco menos que huracanados que le arrancan los plásticos que pusimos sobre la tapia para protegerla. Con todo y eso los daños han sido mínimos localizados exclusivamente en los puntos en los que el agua corre ya sea porque se levantó el plástico y el agua se pasa por el pliegue hacia la parte superior de la tapia, ya sea porque hay un hueco y por ahí se va el agua.

Las pequeñas cárcavas que se formaron las hemos ido llenando con el mismo barro, pero casi líquido y con más cal, quedando las reparaciones muy buenas por lo que se ve.

Hemos tenido algunos asentamientos diferenciales que agrietaron un poco la tapia pero ninguno ha tenido una gran importancia. El más notorio comenzó en la puerta Oeste pero se detuvo ya hace algunos días.

Lo de la capa superior es el próximo reto. Veremos…

jueves, 2 de julio de 2009

Chinche mento


Esta casa crece y crece, cada vez más rápido. Y vamos por más del 25% del tapial y mientras escribo esto sigue creciendo. Ya pronto vamos para arriba con sus nuevos retos. ¡Pisón a 4 metros del suelo!
El equipo guachafitero se turna al pisón, porque echar pico y pala es un paseo. Esto demuestra que todo es relativo.
Los vecinos pasan todos los días, entre curiosos y preocupados. Ese trío de locos con sombreros están haciendo una casa ¿o es una iglesia? Parece como un fortín…Se ponen en la esquina y preguntan…¿y eso no lleva cemento?... Luis Guillermo, se ríe, se impacienta, se vuelve a reír y explica: no, es pura tierra con un susto de cal y agua. ¿y eso no se va a caer?...pues la Iglesia de La Asunción tiene mas de 500 años parados y ¡nada que se cae!
Simplemente no les cabe en la cabeza. Algunos, los más viejos recuerdan que su papá, cuando ellos eran chiquitos, construyó una casa así. De purita tierra…. ¿pero y cabillas tampoco le ponen?...nooooo tampoco. Pura tierra y pisón.
Definitivamente somos raros.









yo tambien eché pala
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La puerta serà por allí


¡que bonita se ve la pared!








El tapial se "rueda" hacia adelante ayudado con los rodillos



Lleno de tierra ya. Listo para rodar




El tapial recién estrenándose. Con sus rodillos y todo


El primer tapial corrido, sin esquina