La construcción de nuestra casa, además de ser una solución habitacional y un manifiesto filosófico, es una exploración y uso de las diversas tecnologías de arquitectura de tierra. Basada en tres técnicas específicas, y sus adaptaciones a este caso concreto. La tapia de tierra apisonada, el adobe (moldeado y compactado) y más recientemente el superadobe (bolsas de polietileno rellenas de tierra estabilizada o no) son utilizadas con éxito en esta construcción.
Poca mano de obra, escaso consumo energético, escaso transporte y acarreo de material, poca utilización de madera, climatización pasiva de los ambientes internos, racionalización del uso del agua son algunas de las características de La Guachafita.


lunes, 15 de marzo de 2010

La Guachafita en el periódico


Hoy salió este super artículo en el Sol De Margarita....
¡Gracias!

miércoles, 3 de marzo de 2010

Uso del Cemento en La Guachafita.




Al comparar el gasto energético entre
El adobe y el tabique rojo,
Mientras este último consume 30.000 Btu,
El adobe utiliza únicamente 2.000 Btu
Durante su producción, a diferencia del
Tabique recocido y el de concreto,
El adobe no contamina la atmósfera
Ni los suelos […]

Construir con Adobe.
Fundamentos, reparación de daños
Y diseño contemporáneo.

Berenice Aguilar Prieto.


Claro que me he tenido que ir a la cama pidiendo perdón a madre natura todas las noches, antes de dormir, para poder conciliar el sueño. Me produce pesadillas el hecho de tener que hacer lo que no quiero hacer, y el verme obligado a ser razonable nada más que porque tampoco es que estoy loco, ni es que tengo una eternidad disponible para terminar la casa.

Con respecto a los pisos, por ejemplo, estuve barajando la posibilidad de usar tierra apisonada curada con los jugos de la sábila o del corazón del cactus. Este es un método sencillo y muy utilizado hasta no hace mucho en gran parte de este planeta, sobre todo en las así llamadas zonas tórridas.

El procedimiento digamos Standard sería igual que el del vaciado con el concreto en lo tocante a la nivelación previa, la compactación, y el encofrado de los bordes. Difiere en que no lleva armadura de ningún tipo, se aplica en capas delgadas (de 2 a 3cm) que se dejan secar varios días antes de aplicar las sucesivas superiores, pero el agua que se usa para preparar el barro a aplicar viene de unos toneles en los que se meten pedazos de cactus o sábila un par de días antes. Es bueno usar dos o tres barriles para este fin, porque así siempre se dispone del agua con una cierta concentración deseable de jugo del cactus o sábila.

El acabado final es susceptible de ser teñido son óxidos, o aclarado con algo de cal, y posteriormente se pueden curar con una solución saturada de jabón azul, o gasoil con esperma de vela, llegando a ser encerado como cualquier piso de cemento pulido. Claro que su resistencia no será nunca, ni lejanamente, la de un mortero de concreto, pero para usos domésticos será más que suficiente. No tengo pensado montar una tornería en la sala de mi casa.

En la ecuación de la construcción de nuestra casa entran, con mucha importancia, el factor tiempo y el factor músculo (mío), por lo cual debo sopesar una gran serie de variables exprimiéndolas hasta el mismísimo borde de lo absurdo, hablando desde el punto de vista de la ingeniería. Por eso me vi obligado a desechar la tierra curada con sábila o cactus. Porque el preparado de esto requiere del corte y transporte de un ingrediente más bien espinoso ¿no?

Afortunadamente tuvimos la visita en el sitio de la obra de un gran constructor lleno de recursos ingeniosos, más ingenioso también por ingeniero nuestro amigo Eurípides Vicioso, que me recordó un sistema recientemente caído en desuso conocido como “suelo-cemento”, o “tierra-cemento”, que no es otra cosa que un concreto (u hormigón) preparado mezclando el cemento directamente con el suelo del lugar.

No es ninguna loquera de ningún grupito de cabezas calientes ultrosos ni nada de eso. No. En Argentina existe una autopista hecha con este sistema, por ejemplo.

Hicimos varios ensayos y obtuvimos que la mejor manera de lograr un buen resultado pasaba por preparar la mezcla concienzudamente, es decir, retirar del árido en lo posible el material orgánico y las piedras más grandes de unas dos pulgadas de diámetro, mezclar (unas cuarenta y cinco paladas grandes del agregado árido) en seco con el cemento (medio saco del tipo III, que fue del que conseguí), algo de cal (en polvo, media palada, para colaborar con la plasticidad de la mezcla), unos ciento sesenta gramos de fibra sintética para concreto (porque me niego a usar la malla Trucson ahí dónde no sea estrictamente necesaria), hasta obtener un color uniforme. Solo entonces se le agregará el agua necesaria para que fluya como uno necesite (en nuestro caso unos 22 litros más o menos). El agua hay que agregarla en tres tandas sucesivas de dos quintos la primera y la segunda, dejando un quinto para agregarlo a mitad de uso, porque la tierra siempre tiene algo de arcilla que, digamos, se “traga” parte del agua de la mezcla y esta se pone difícil de manipular.

A los puristas del concreto, que saben muy bien que si la relación w/c=0,6 da un concreto de alrededor de 3.500 PSI a los 28 días, que traducido de la lengua de la reina a este nuestro idioma más cristiano y decimal, da unos 246,58 kg/cm2, les puedo decir que lo que obtuvimos fue un suelo cemento de alrededor de w/c=1 que es lo mismo que decir unas 1500 PSI, que vienen a ser unos 105,68 kg/cm2. O sea, que si al capitán pata de palo (al que le calculo unas 232,5 libras de peso) le da por venir a la fiesta de inauguración ataviado a la “Drag Queen” con su pata de palo tipo “Stiletto”, y le da por bailar la “Yenka” o la “Blutchtika” sobre una sola pata (la de palo para la ocasión), tal vez nos agriete el piso.

Los principales cuidados que hay que tener con el suelo-cemento son, con la homogeneidad del material (que no tenga grumos secos o a medio humedecer), y que al vaciar se haga en capas de un grosor no mayor a tres centímetros. Para esto hay que garantizar que el suelo sobre el cual se vacía este material, esté perfectamente a nivel y bien compactado. Nosotros, además, colocamos un plástico debajo para minimizar el problema de la humedad, la que se pierde durante el fraguado por percolación, y la que sube luego al interior de la casa por capilaridad.

Vaciamos entonces paños de tres metros por un metro cincuenta, por tres centímetros y medio de espesor, cada vez. 1/6 de metro cúbico. 0,1666m3.

En el primer paño aparecieron algunas grietas de contracción durante el fraguado, todas perpendiculares al lado largo, lógica y naturalmente. Dedujimos que el sol tenía que ver también con esto por la pérdida violenta de humedad durante el proceso, por lo cual el segundo paño lo cubrimos con los sacos vacíos muy bien mojados. No se agrietó el material pero quedó veteado con la marca de los sacos.

Para el tercer paño observamos muy bien la homogeneidad de la mezcla y lo constante del espesor vaciado y no apareció ni una sola grieta. De modo que el mejor procedimiento es el de poner mucho cuidado en el mezclado y en el espesor constante del material vaciado. Con el tiempo ha venido apareciendo una grietita minúscula pero perceptible, en la junta entre vaciado y vaciado.

Vaciamos tres capas de paños superpuestos para obtener unos diez centímetros de espesor total. Al último de arriba le añadimos, espolvoreado, algo de cemento blanco en la superficie para aclarar el color y darle una apariencia como de café capuchino al acabado final. Total, ya puestos, cemento es cemento…

Para la viga que corona la tapia sopesamos tres opciones: la grada clásica de madera maciza aserrada, la grada de madera laminada compuesta, y la viga de corona de concreto armado.

La viga que corona la tapia (antigua grada) es una pieza estructural muy importante (importancia capital, en este caso) porque cumple dos funciones vitales para la estabilidad del conjunto. Por una parte mantiene las paredes juntas y verticales, lo cual obviamente es absolutamente necesario para que carguen convenientemente según diseño. Por otra parte distribuyen el peso de las estructuras superiores de los envigados de entresuelo y cubiertas de techo, que al estar colocadas sobre un material de baja resistencia a la tensión como lo es la tierra apisonada, necesitan de mayor área de apoyo para evitar grietas y fallas estructurales. También contrarresta el vector horizontal resultante de la descomposición de las fuerzas que ejerce la estructura de techo a dos aguas.

La grada clásica de madera maciza aserrada se descarta sola porque en nuestro caso la mano de obra es muy limitada además de que la cantidad de madera resultaría costosísima. Hay que tomar en cuenta que 3,5 metros cúbicos de roble o de cualquier otra madera dura, cuestan más que el resto de la obra. Además, las piezas más largas pesarían alrededor de 600 kilos. Para instalar esto necesitaría una grúa telescópica de la cual no dispongo ni quiero disponer.

Tal vez, logrando un permiso del ministerio del ambiente, podría retirar algunos árboles caídos por ahí y utilizar la madera así obtenida (es posible, aquí hay gente que usa los robles caídos para hacer carbón, así, de modo lícito y todo)… Permisos en este país…, cosa engorrosa… Luego un camión, una motosierra, una grúa, tres tipos, matraca… No señor. Descartado.

Está también la grada de madera compuesta, que no es otra cosa que lo mismo que hice con los dinteles. Dieciséis tablas de espesor, por doce tablas de largo. Unas doscientas tablas con pernos y pegamento que fácilmente me servirían para otro fin menos laborioso y con un abanico de opciones de construcción menor, también. Descartado.

Al final sacamos cuentas en el siguiente círculo concéntrico de la lógica centrípeta y llegamos al controversial concreto armado. Problemas a resolver, el encofrado, y el acero.

Tenemos aproximadamente cuarenta metros lineales de viga a vaciar. De cuarenta centímetros de ancho y veinte de espesor. Unos tres y medio metros cúbicos de material, así, a ojo de buen cubero… Eso son veinticuatro tablas de treinta centímetros de ancho nada más que para encofrar. Ocho tipos, setecientos litros de agua, y una mezcladora, amén de un sancocho y diez cajas de cerveza. Es mucho. Descartado.

Partamos de la premisa de que esta casa la estamos haciendo entre dos personas normales (bueno, lo de normales es mi punto de vista nada más). No dos titanes. Nosotros podemos vaciar, como máximo, medio metro cúbico por día, un día sí y el otro no. Porque hay que desencofrar y volver a encofrar, y porque si es más, nos morimos pa’l coño, maracuchamente hablando.

Así que dividimos el vaciado en trece partes: cuatro esquinas 90º de 1/6 m3 cada una, dos esquinas dobles “T” también de 1/6 m3, dos rectas cortas de 1/12 de m3 cada una, dos rectas largas de ½ m3 cada una, y tres rectas medianas de 1/3 m3 cada una.

La armadura de acero está hecha con cercha electro soldada C15 a la que se le añadieron unas ligazones de cabilla de ½” donde fuera necesario, y todos los anclajes para las vigas y estructuras superiores, hechos con el mismo material. Usé cabilla estriada de ½” porque me sobró de la construcción del tanque de agua, no porque hiciera falta tanto diámetro. Con 3/8” es más que suficiente.

Recortamos y ajustamos los tapiales (los moldes de madera dentro de los cuales se compactó la tierra con la que se hizo la tapia y que me dio mucha lástima cortarlos después de haber sido tan fieles, pero así es la vida) para el nuevo uso como encofrado para el concreto. Conseguí brocas nuevas para mi berbiquí (cosa en extremo agradablemente sorprendente) y fabricamos dos encofrados modulares, rodantes, y convertibles, para los tres usos necesarios.

Armamos el acero sobre la tapia poniendo mucha atención en la traba de los esquineros (que son lo más importante estructuralmente hablando) y encoframos y vaciamos una esquina por vez teniendo mucho cuidado que el “pegue” entre los vaciados no coincidiera con la traba de las tapias aunque, bueno, alguno inevitablemente quedó donde no era porque así también es la vida.

En estos “pegues” o juntas entre vaciados viejos y nuevos dejamos un diente con forma de cola de milano, como el que se usa en carpintería, que luego cubrimos con epoxi para concreto justo antes de vaciar el siguiente material para ayudar con la homogeneidad de la estructura.

La idea es vaciar cada pieza del envigado de corona con un día de por medio hasta que terminemos. Para lo cual hay que dejar insertos en el concreto (de aprox. 150 a 180 kg/cm2 a los 28 días) todos los pernos de anclaje, que dejé cada 58,75cm para la colocación del envigado del entresuelo.

Creo que debo, aquí, aclarar un punto que tal vez estará quedando como cabo suelto con respecto al tema del concreto armado, filosóficamente hablando.

De ninguna manera creo que se deba proscribir el uso de este material, sino racionalizar su uso porque resulta peligroso, en más de un modo, para el medio ambiente no solo en el proceso de su fabricación, sino en su uso cotidiano por la masificación que ha sustituido cualquier alternativa más amable con el colectivo.

Por ejemplo, en la tabla de Resistencia térmica de los materiales de construcción, que aparece en la página 7.38 del libro Guía de Construcción ilustrada, de Ching-Adams, aparecen unos datos perfectos para la visualización de lo que quiero decir al respecto.

Según esto, el concreto armado tiene 1/k (factor de transferencia de calor) de 0,08 (R por pulgada de espesor, donde R=Fº/Btu/hr x pie cuadrado), la madera laminada 1,25, y el cartón de fibra de madera (MDF) 2,00, por mencionar tres materiales nada más.

Está claro entonces que construir eminentemente con concreto nos obliga después a refrigerar las viviendas para hacerlas habitables. Es decir, gasto inicial mucho mayor por lo que cuesta el concreto y extendido en el tiempo por lo que cuesta la energía eléctrica, los aparatos acondicionadores de aire, su mantenimiento, sin hablar del costo ambiental de todo lo anterior.

Creo que ahora, con todo este lío que hay con los racionamientos eléctricos se verá más claro a qué me refiero con el asunto este de escoger los materiales idóneos, la termodinámica, la arquitectura, y la tecnología en general para la construcción de las viviendas.

Yo vivo pagando alquiler en una casa tipo “rinacimento” (rinace tutto ma con cemento) que tiene todos los defectos juntos, pero cuando tiene el acondicionador de aire encendido y funcionando bien es sencillamente maravillosa…, hasta que llega el recibo de la luz…, ahí se pone seria la cosa…

Pero es cuando se va la luz que realmente empiezan los defectos a saltar a la vista.

Está construida en la falda de una montaña en un sector que antes fue una cantera y por eso nos circunda la piedra que actúa como condensador de calor. Lo acumula de día y nos lo regresa durante toda la noche.

Tiene la pared más larga mirando hacia el oeste recibiendo así todo el sol de la tarde y no tiene más que treinta centímetros de alero, causando que cuando llueve se muere uno también de calor porque el agua entra en oleadas junto con las ráfagas de viento. Y aunque se cierren las ventanas, estas están tan mal hechas que el agua se cuela por los bordes y el piso, que tiene la pendiente hacia a dentro, se inunda. Así que durante la tarde la casa es inhabitable, con sol, o con lluvia.

El techo es de cuatro aguas sin ventila en la cumbrera. A mediodía hay una bolsa de aire realmente caliente que llega a la altura de mi cabeza forzándome a andar inclinado. Cuando se cocina algo que suelte humo se aprecia perfectamente este fenómeno. Con todas las ventanas abiertas y habiendo buen viento afuera el aire permanece inmóvil adentro, y la bolsa de humo en el centro baja hasta la altura de mi cabeza.

No tiene salidas de aire a sotavento desaprovechando totalmente la circulación que se origina en las faldas de las montañas.

Si se va la luz hay que salir de la casa y sentarse afuera hasta que regrese porque la casa se convierte en un horno en menos de cinco minutos, aunque la luz se vaya de noche, a las tres de la madrugada.

Trabajo en una casa de tapia que tiene unos trescientos años. Una casa deliciosa con unos techos a más de cuatro metros de altura. Una casa por la que la brisa pasa por todos lados refrescando casi todos los ambientes, menos los que convirtieron en oficina (estos chamos irreflexivos, pero entiendo por qué lo hicieron) al los que les fueron cegadas las ventanas…, caray, cuando se va la luz…, no agregaré comentario…

Bueno, basta ya, que este blog no es aleccionador. Esa es una actividad muy fastidiosa. Yo lo que quiero es que si alguien se antoja de averiguar sobre este tema, tenga información práctica disponible.