La construcción de nuestra casa, además de ser una solución habitacional y un manifiesto filosófico, es una exploración y uso de las diversas tecnologías de arquitectura de tierra. Basada en tres técnicas específicas, y sus adaptaciones a este caso concreto. La tapia de tierra apisonada, el adobe (moldeado y compactado) y más recientemente el superadobe (bolsas de polietileno rellenas de tierra estabilizada o no) son utilizadas con éxito en esta construcción.
Poca mano de obra, escaso consumo energético, escaso transporte y acarreo de material, poca utilización de madera, climatización pasiva de los ambientes internos, racionalización del uso del agua son algunas de las características de La Guachafita.


sábado, 26 de diciembre de 2009

Tapiales III

La tierra es el material de mayor existencia, su flexibilidad,
Eficiencia termo-acústica y bajo costo son determinadamente
Indiscutibles. La autoconstrucción constituye una alternativa
De gran viabilidad para resolver en parte el problema de la vivienda;
La participación del usuario en la construcción a través de
Programas de organización y control de la misma,
Disminuye los costos e incide directamente sobre el uso de
Tecnologías autóctonas basadas en la idiosincrasia.

Maquina para la fabricación
De bloque prensado de tierra.

Universidad de Los Andes.
Facultad de Arquitectura y Arte.

Prof. Carlos Mario Aguirre Tamayo.



El día dos de diciembre, a las nueve y veinte de la mañana le di el último golpe de pisón a la tapia de nuestra casa.

Han sido meses de tierra, cal, pisón, tierra, cal, pisón, tierra, cal, pisón.

En esta capa superior de la tapia tuvimos que trabajar a tres metros del suelo, que es la altura de la tapia sin la grada de concreto que está aun por hacerse.

Los andamios que hicimos funcionaron perfectamente. No solo como andamios sino como cuerpos de grúas combinando perfectamente con el artilugio de marinería que usamos de polipasto para izar los tapiales.

Ya dijimos que los tapiales los hicimos hibridando el sistema clásico con uno moderno que se usa actualmente en Méjico y en Estados Unidos (en donde es perfectamente “permisible” un proyecto de ésta índole con todo y la clasificación sísmica de estas zonas). Es decir que el sistema antiguo perdió toda aquella complicación que representaban los tojines, tortoles, agujas, cuñas, y todo lo demás, para ganar sendos rodillos que facilitaron enormemente el movimiento del tapial en el momento del desmolde y reemplazamiento.

Perdió complicación, sí, pero también perdió un poco de estabilidad que deberé tomar en cuenta para la próxima vez que se me ocurra meterme en estas ocupaciones. También hay que tomar en cuenta que los tensores internos molestan mucho a la hora de echar pisón. Vale la pena pensar en unos tapiales mas reforzados externamente y con menos cosas atravesadas por dentro. Pero estos funcionaron y la casa tiene sus paredes ya.

El rendimiento se redujo a la mitad, en esta etapa alta de la tapia, de lo que podíamos hacer en la capa baja por tres razones: el grupo de trabajo se redujo a dos personas, solo trabajábamos cinco horas al día, y hay que subir la tierra desde el suelo hasta allá, donde va a ser vertida para luego ser compactada.

Por eso, de llenar un tapial al día pasamos a llenar medio tapial nada más. Hubo casos en los que subimos (subí) cuarenta y ocho tobos por capa, y echamos seis capas en un turno de cinco horas… Además está lo de los dinteles.

Hicimos ocho dinteles de madera y uno de piedra. De estos, seis miden un metro ochenta y tres, dos miden un metro veintiuno, y el de piedra mide dos metros sesenta. A todos se les dejó un solape sobre la tapia de más de cuarenta centímetros por lado. El dintel de piedra solapa más de cincuenta centímetros por lado.

La colocación de los dinteles exigió su buena dosis de ingenio porque, como ya dije, hice el tapial del mismo largo que los dinteles y estos no caben dentro. Por un lado un acierto porque de ese modo hice rendir al máximo la madera, pero una pelea a la hora de colocar los dinteles. Pero ya nos acostumbramos a pagar con ingenio los errores económicos.

Este problema lo solucionamos usando la técnica de tierra hermana de la tapia, como lo es el calicanto.

En los sitios donde tuvimos que dejar sobresalir el dintel del tapial nos apoyamos sobre lajas (anfibolita gris) pegadas con barro de cal construido dentro del mismo molde porque resulta imposible echar pisón de lado.

También dejamos una piedra (serpentinita verde) en la que tallé el ideograma chino de paz, incrustada en la esquina oriental de la casa, para lo cual hubo que trabajar de contorsionista dentro del tapial esquinero muy cuidadosamente para dejar emplazada la pieza de treinta y cinco kilos.

Tengo que decir que tallar la piedra es muchísimo más fácil de lo que parece. El truco es golpear con martillo liviano y usar un cincel muy delgado, no pretender sacar grandes tajos de material, y tener una buena reserva de epoxi para reparar los errores.

La parte delicada del trabajo resulto ser el “pegue” entre las tapia inferior y la superior porque no solo es un punto que está sujeto a todos los esfuerzos que ejerce el tapial afianzado en apenas diez centímetros de solape, sino que hay un hombre dentro moviéndose bruscamente y dando pisón con todas sus fuerzas.

Esto hace que los bordes del pegue se despostillen a veces más profundamente de lo que uno desearía.

Esto lo terminamos evitando echando una capa de barro con lajas en los bordes del tapial antes de echar la primera capa de tierra para apisonar.

Ensayamos con barro solo, con lajas solas, con lajas y barro, y dimos con que esa era la mejor manera.

Supongo que el barro hace de amortiguador para el tremendo matracazo que le propina uno con el pisón y la laja da la estabilidad necesaria mientras el barro seca.

Terminada la tapia hicimos un molde ligeramente arqueado que colocamos en el vano de la pared interna. Sobre este molde colocamos de canto lajas de anfibolita pegadas con un mortero pobre de cemento y arena para formar un bonito dintel de piedra de casi tres metros de largo y cuarenta por cuarenta centímetros de sección. Solapa más de cincuenta centímetros por lado y el arco es de más del cinco por ciento. Aun está encofrado. Lo desmoldaré en enero cuando regrese Wilmer de sus vacaciones.

Luego de concluida la etapa del pisón, habiendo desarmado y guardado los tapiales, después de limpiar el área de trabajo y todo eso, nos pusimos a hacer lo que se conoce como el acuñado de la tapia.

Cada pieza de la tapia es la misma cosa que un adobe prensado y curado al sol, solo que los adobes uno los pega entre sí con un mortero de barro y cal que al secar los mantiene juntos y estables.

Esto no es así con la tapia porque uno no pega la tapia sino que prensa una sección con la otra sin mediar argamasa de ningún tipo.

Por eso, cuando la pieza se seca, según el porcentaje de arcilla que tenga, aparecerán grietas más grandes o más pequeñas en las juntas. Estas grietas hay entonces que llenarlas con barro de cal e introducirle cuñas de teja o lajas de piedras profundamente clavadas con un martillo inclusive para pegarlos entre si.

Al final desarrollamos un sistema que consistió en limpiar las ranuras con una piolet o con la cuchara de albañilería, de arriba abajo. Tras esquivar grillos y alacranes residentes de las ranuras metemos (en cada ranura) tanto barro cargado de cal como se pueda a lo largo de unos cuarenta y cinco centímetros, después le metemos lajas de filita o serpentinita o pedazos de teja o bloques de arcilla empujados con el mazo tan profundo como se pueda sin llegar a quebrar la tapia con los golpes. Y por último se cura la ranura con más barro.

Esto a todo lo largo de la ranura o grieta. Es preferible hacerlo en tramos cortos cada vez porque si no se seca el barro (porque la pared le va a absorber parte de la humedad) y no resulta igual el trabajo. El barro no fluye y la pared se pone frágil.

Ahora la tapia está completa, está acuñada en un cincuenta por ciento y está en proceso de curación y de asentamiento.

El próximo paso es la construcción de la grada de concreto (una cruza de viga de corona y viga de carga) sobre la cual va el entrepiso del área de taller limpio que por ahora será la habitación principal, y el techo del lavandero que por ahora será la cocina.

Para eso vamos a armar con cercha electrosoldada C15 porque resulta tremendamente más simple que ponerme a fabricar sunchos como loco, a la que le vamos a dejar puestos las cabillas sobre las que se fijarán los anclajes del envigado de una vez antes de vaciar el concreto.

El sistema de encofrado es una modificación del mismo sistema de tapiales porque no quiero echarme cien metros lineales de tabla en un uso tan gafo como es un encofrado. Así que la grada será vaciada por secciones manejables para dos personas.

Sé que una viga de carga tiene que ser vaciada en su totalidad, sin empates en el medio, y por eso tuvimos que descomponer y reinventar el envigado de manera que no existieran interrupciones estructurales. Pero sin muchas pasiones. No hay que perder de vista que el envigado clásico es de madera ensamblada sin demasiadas consideraciones ni melindres y que esas casas se mantienen de pie bien pasados los cien años de existencia.

El sistema de encofrado corre igual que el tapial, y el concreto viejo lo vamos a pegar del nuevo con epoxi, sistema que ha resultado muy bien.

Esta grada se fabricaba antiguamente de madera. Se colocaban sobre la tapia unas vigas muy gordas de maderas nobles, pesadas, e inmunes a los xilófagos, a menudo atirantadas entre ellas con tensores de forja para contrarrestar el empuje de los techos inclinados.

Yo hubiera querido hacerlo así por aquello del purismo y todo lo demás. Pero esta casa que estamos haciendo no es la recreación de un sistema específico, sino un recordatorio de todo aquello que sabíamos hacer y que hemos olvidado porque es más fácil pagar (dejarse robar en más de un sentido) que ponerse a hacer las cosas. O tal vez haya que decir que es más fácil cobrar que permitir que la gente se acuerde de que sabe hacer las cosas.

Por lo tanto no tiene sentido que yo, que no quiero ver cortar un roble ni en pesadillas, vaya a venir a hacerlo para construir un envigado que luego necesitará una enorme grúa para irlo a colocar en su sitio. Hay que pensar que la densidad del roble es muy cercana a uno, que es la del agua (un kilo=un dm3) y que si multiplicamos el volumen de la viga necesaria por esta densidad, el tonelaje de cada pieza resulta absurdamente inconcebible.

Claro, la densidad del concreto armado está por el orden de los dos y medio kilos/dm3 y eso hace que el envigado del que hablamos llegue a una siete y media toneladas. Pero lo haremos por pedazos y lo subiremos en tobitos poquito por poquito. No, no es lo mismo… No tiene sentido.

Si se hace la consideración de que un adobe de tierra prensada consume unos dos mil Btu para su fabricación y un bloque de similares dimensiones, pero de cemento, consume unos treinta mil Btu, estaremos ante una comparación de pesadilla. Yo no dejo de sembrar algunos árboles cada vez que tengo que usar un saco de cemento. Además, los que introdujeron las fábricas de cemento en este país fueron las mismas personas encargadas de redactar el código sísmico nacional, y eso me saca escamas. Me da erisipela con várices. Me saca el John Lennon que algunos llevamos dentro.

Pero no quiero morir a manos de un fanático que me tirotee, ni quiero que me entreviste un idiota conservador para acoquinarme con sus miedos, ni quiero ser un fanático del lado raro de las cosas. Solo quiero ser coherente y lo más lógico posible.

Por lo tanto es la lógica quien me empuja a usar ese material tan polémico llamado concreto armado. Me defiendo de mí mismo diciéndome que hasta lo polémico puede ser racional, si se racionaliza ¿no?

Es por eso que me doy la licencia de usarlo. Porque es lo mantengo controlado dentro del rango de lo menos posible, porque puedo así alcanzarlo con mis recursos, porque es viable construirlo entre dos personas, y porque la madera que tengo deberá ser usada más racionalmente.

Entre dos racionalidades siempre gana alguna.

martes, 8 de diciembre de 2009

¡que siga La Guachafita!


I Exposición virtual y venta:
¡Que siga la Guachafita!

Queridos amigos:
Como ya todos saben, la familia Layerrera está construyendo su casa en Margarita. Debido a que es un proyecto muy especial y absolutamente necesario hemos decidido hacer una exposición de todas las cosas hechas por nosotros para poder continuar con la construcción de La Guachafita y a manera de inauguración de la galería virtual de Guarura. Los invito a ver esta primera exposición virtual es: http://guaruraexposiciones.blogspot.com/ y a contribuir con nuestra casa.

Un gran abrazo

Luis Guillermo Laya
Anne-Marie Herrera
Zoe Rodriguez
Natalia Laya
Mateo Rodriguez